El escritor alemán era un gran admirador del checo, a quien consideraba uno de los mayores poetas del siglo XX.
“Las narraciones escritas por Kafka no son disertaciones sobre problemas religiosos, metafísicos o morales, sino obras poéticas”, escribió Hermann Hesse, el escritor alemán, nacionalizado suizo, que ganara en 1946 el Premio Nobel de Literatura. No importa que Kafka no haya escrito poemas; según Hesse, Kafka no era teólogo ni filósofo, sino únicamente poeta.
Hesse comenzó a leer a Kafka muy tempranamente, desde sus primeras obras formó parte del círculo de lectores de ese escritor, no por sus pensamientos sobre el mundo, sino por sus alegorías: “Sus interrogantes no tienen significado alguno. Kafka no da respuesta a ninguno de ellos. El sólo nos entrega los sueños y las visiones de su vida solitaria y difícil, nos ofrece alegorías de sus experiencias, sus penas y sus alegrías”. Aborrecía las interpretaciones retorcidas que se hacían de las novelas y relatos del escritor checo, los juegos del intelecto concebidos exclusivamente para el lucimiento de quien los expone, a veces atractivos pero casi siempre extraños a los libros de Kafka: “Este descifrar es un juego apropiado para aquellas personas inteligentes pero extrañas al arte, jamás hallan la entrada que conduce a la intimidad de una obra de arte; están a la puerta y se empeñan en abrirla con cien llaves distintas, sin darse cuenta de que ya está abierta”.