Ricardo Piglia y el cine
El relato cinematográfico tiene leyes propias que este escritor argentino hizo suyas para contar algunas de sus historias, mostrando un inusual talento para hacer guiones.
culturaEl relato cinematográfico tiene leyes propias que este escritor argentino hizo suyas para contar algunas de sus historias, mostrando un inusual talento para hacer guiones.
28/09/2024 - 00:00hs
Después de publicar su novela La ciudad ausente, hacia fines del 92, Ricardo Piglia empezó a trabajar con Héctor Babenco, con el director de cine marplatense que vivió -y murió- en Brasil. Hizo el guión de Corazón iluminado, película basada en la historia de Cátulo Castillo, y protagonizada por Miguel Angel Solá, Norma Aleandro y Luis Luque, entre otros.
Unos años después hizo la adaptación de Diario para un cuento, de Julio Cortázar, para Jana Bolova, una directora checoslovaca que vive en Londres. En el año 2000, se estrenó El astillero, novela de Juan Carlos Onetti, adaptada por Ricardo Piglia, que dirigiera David Lipzyc, con las actuaciones de Norman Briski, Ingrid Pellicori y Cristina Banegas. Trabajó en la primera versión de la adaptación de El impostor, el cuento de Silvina Ocampo que Maria Luisa Bemberg no llegó a filmar, y escribió el guión original de La sonámbula para Fernando Spiner. Esta última es una historia distópica en la que un pueblo pierde la memoria por una sustancia química generada en un laboratorio y que se expande sin poder controlarla.
Trabajó con el director Hugo Santiago, en el guión de lo que sería la continuación de una trilogía iniciada con Invasión- guión de Borges y Bioy Casares- y Las veredas de Saturno -guión de Juan Jose Saer- . También en un proyecto que no cuajó. En la primera parte Aquilea es sitiada por los invasores; en la segunda, la experiencia del exilio y, en el guión encargado a Piglia y que finalmente no logró filmarse, la trama se centra en la historia de un científico que vuelve a ese lugar fantástico después de treinta años.
Por su parte, el director de cine Alejandro Agresti hizo una película, Luba, sobre el relato de Piglia Homenaje a Roberto Arlt. Una película que conserva el espíritu del libro y al mismo tiempo tiene todas las marcas del cine de Agresti.
Tanto Corazón iluminado como La sonámbula se trató de historias originales y no de adaptaciones. Guiones nacidos de una idea original del director. Un director de cine busca a un escritor para que haga un guión que tenga el clima de las novelas de ese escritor sin ser una adaptación de esas novelas.
Si bien el guionista siempre fue visto como una figura menor dentro del mundo del cine argentino. No es muy diferente a lo que ocurre en otras partes del mundo. El escritor norteamericano Gore Vidal, por ejemplo, asegura que los guionistas han sido desplazados de la historia del cine. El sistema de hacer trabajar a muchos guionistas sobre un mismo libro es, según él, una manera de hacer perder la pista sobre quién escribió realmente la historia. El director aparece después como el que firma un guión en el que trabajaron varios guionistas. Ricardo Piglia siempre defendió el lugar del guionista en ese debate difícil de saldar en un arte que tiene las características de un colectivo en el que las funciones están repartidas y al mismo tiempo en tensión. Pero contribuyó a reformular el lugar del guionista.
Encontraba muchos puntos de referencia entre cine y literatura, porque ambas artes están ligadas a personajes, situaciones, dramatización, conflicto. Y llegaba a la siguiente conclusión: “Lo que tienen en común es, la narración, cierta noción de relato que se hace mucho más nítida quizás en el cine. En la novela, de acuerdo a mi concepción, la trama es importante, pero depende mucho de cómo está escrita”.
Hay muchos escritores que hoy escriben novelas como si fueran guiones. En la medida en que la narración aparece muy claramente en el cine, la novela ha perdido lugar, dijo Ricardo Piglia al respecto: “El primero que percibió claramente este problema es Scott Fitzgerald. El se va a Hollywood en los años 30 pensando que el futuro de la novela está allí. No encuentra el espacio que imaginaba, pero percibe de todos modos que el público que busca la narración se ha desplazado de la novela, el gran género popular del siglo XIX, al cine”.