23/05/2015 - 07:15hs
Dentro de las redes sociales, la del pajarito, parece ser un nuevo hogar para las quejas. Le ofrece al usuario un megáfono para el desahogo y el refuerzo de su ego a través de la sencillez y la inmediatez
Las redes sociales, en especial Twitter, se convirtieron en un canal donde volcar insatisfacciones y frustraciones es habitual y fácil. ¿Nos quejamos más que antes con las redes sociales? ¿La frialdad del medio impulsa la protesta y la crítica? ¿Por qué usa el ser humano internet como un micrófono incluso para propagar mensajes destructivos? ¿Invita la inmediatez a la ligereza en la expresión del pensamiento?
A través de un estudio realizado, el filósofo Jesús Mosterín, con los psicólogos Javier Jiménez y Fabrizio Ferri, buscaron comprender el fenómeno de la queja en los nuevos medios sociales, sobre todo en el del pajarito celeste. Mosterín destaca que estos son tiempos de "mucha democracia y poca tecnocracia", que en las redes sociales cualquier ciudadano puede expresarse en igualdad de condiciones que el mayor experto en una materia. Explica que quejarse en ellas "no sirve para conocer la realidad, pero sí para expresarnos nosotros mismos, para sacar lo que tenemos dentro y sentir que no estamos cohibidos".
El psicólogo Javier Jiménez, experto en medición psicológica que trabajó para la universidad de Cambridge, indica que la principal función de esa queja es el reconocimiento social y una petición velada de apoyo."La queja, entendida como manifestación de insatisfacción, siempre ha existido. Ahora lo que hay es una barrera mucho más baja para que esa queja llegue a los demás. La tecnología lo pone muy, muy fácil", sostiene el psicólogo experimental Fabrizio Ferri, experto en nuevas tecnologías.
Alimento de ego y sin esfuerzo
Ferri subraya que quejarse en las redes es una conducta nada costosa con la que se recibe un refuerzo. El experto lo compara, salvando las distancias, al mecanismo de la máquina tragamonedas: "supone una recompensa tremenda a una conducta que ha costado muy poco, entonces se convierte en algo casi adictivo. Supone un regalo de atención a veces inesperado que recompensa muchísimas veces el pequeño esfuerzo que hemos hecho".
"Hay personas que, llegado determinado número de seguidores, sienten su ego alimentado y se sienten validados para hacer una queja incluso agresiva sin reparos", relata Ferri. Mosterín coincide con Ferri en que el ser humano siempre se quejó, solo que antes lo hacía en "voz bajita" para evitar que se le "cortara la cabeza".
Los expertos resaltan que las redes sociales -y otras herramientas como el e-mail- son frías: es difícil sentir empatía hacia textos o imágenes. La falta de contexto, según Ferri, dificulta empatizar y hace que la comunicación pueda ser mucho más agresiva e hiriente.
Ahora bien, Jiménez matiza que tampoco hay que idealizar a la sociedad, donde existen racismo, acoso y machismo: "Tendemos a creer que las personas son mejores de lo que son", recalca. Por último, Mosterín critica que en las redes se reciban invitaciones a decir que algo gusta o disgusta, que sí o que no sin análisis previo.
"Si yo me pregunto qué contribución hacen Twitter y Facebook al conocimiento humano o a la resolución de los problemas de todo tipo que tiene el mundo de hoy, a mí me parece que la contribución es casi nula".