Una escritora desconocida que batió todos los récords de venta
Hoy ya nadie lee a Marie Corelli, pero hacia fines del siglo XIX sus libros eran los más vendidos en Inglaterra.
culturaHoy ya nadie lee a Marie Corelli, pero hacia fines del siglo XIX sus libros eran los más vendidos en Inglaterra.
13/08/2024 - 00:00hs
El el público lector admiró muchísimo su obra, tanto más se enemistaron de ella sus colegas escritores. De hecho, Marie Corelli llegó a ser la autora más leída de Inglaterra: las calumnias contra ella y las reseñas admirativas de su talento que poblaban los periódicos difícilmente disminuían las ventas. Al mismo tiempo que se dio cuenta de la fuerza de las críticas que recibía, supo sentirse bendecida por sus seguidores. Sólo uno de los pocos periodistas que se reunió con ella, Arhur H. Lawrence, admitió sentirse desarmada por su “veracidad y sinceridad, su encanto personal y la auténtica gracia femenina de cada uno de sus movimientos”.
No hay noticias ciertas sobre sus orígenes, pero se afirma que nació en Londres en mayo de 1855, y que fue hija ilegítima de Charles Mackay y su amante, Mary Elisabeth Mills. A partir de 1886, cuando se publicó su primer libro llamado A romance of two worlds, se convirtió en una autora muy popular. Pero, sobre todo, en la protegida de la reina Victoria, quien posteriormente encargó una colección de todos los libros de Marie. A pesar de ser difamada por los críticos, sus libros siempre rompieron récords de ventas.
Entre sus contemporáneos estaban Mark Twain, Ouida, el Emperador Federico de Alemania, y muchos otros escritores y miembros de la corte. El propio Twain alguna vez expresó su disgustó por Marie, diciendo que “en cualquier otra sociedad que no sea la de Marie Corelli, mi espíritu es el más dulce que jamás haya descendido a este planeta desde mis antepasados, los ángeles”. Desde 1899, Marie vivió en Stratford-on-Avon, donde luchó para conservar el sepulcro de Shakespeare en la Church of the Holy Trinity e impedir que algunas casas que habían pertenecido a los descendientes del gran autor isabelino fueran demolidas y, en cambio, conseguir que fueran destinadas a bibliotecas Carnegie. Además ayudó a establecer la Harvard House para las visitas de los estudiantes de esta universidad: para ello compró una casa del siglo XVI restaurada, la Mansión Croft, que ahora es el Shakespeare Institute de la universidad de Birmingham; y publicó un panfleto para animar a los ingleses a visitar Shakespeare Institute.
En algunas ocasiones, Marie fue criticada por las opiniones extraordinariamente duras con las que respondía siempre que le preguntaban por qué no se había casado nunca; pero si se lee entre líneas se puede entrever en su actitud incisiva ante el matrimonio heterosexual estereotípico una defensa velada, incluso cierta sacralización, hacia su propia relación y estilo de vida. “El matrimonio no es la Iglesia, el ritual, la bendición de los clérigos ni la ratificación y aceptación de familiares y amigos. Nada más que el amor verdadero puede hacer del matrimonio una cosa absolutamente sagrada”, dijo.
Corelli se ganó el apodo de “la Haggard femenina”, y es probable que muchos de sus lectores, especialmente las mujeres jóvenes, buscasen en sus novelas el mismo tipo de emoción que muchos chicos obtenían de Las minas del Rey Salomón. Una de sus mejores historias es Ziska, una magnífica narración donde se dan cabida elementos de horror erótico, transmigración de almas, reencarnación de espíritus provenientes del Antiguo Egipto, y un impresionante clímax que tiene lugar en una cámara secreta en el subsuelo de una de las pirámides.
Murió el 21 de abril de 1924. Cuando presintió que el final estaba cerca, tuvo tiempo de mandar a la enfermera que cuidaba de ella a buscar a Bertha Vyver, su amante, pero era tarde y la enfermera, que no creyó que Marie estuviera tan cerca del final, no quiso despertarla. Bertha dijo: “Marie no pudo tener consuelo. Pasó toda la noche sentada en su silla, implorando con lágrimas en los ojos que fueran a buscarme, pero la enfermera, sin entender lo profunda que era nuestra relación, no quiso hacerle caso. La mañana siguiente se fue sin haber podido verme o sentir el tacto de mi mano por última vez”.