En muchos países, "basura" es sinónimo de "desperdicio". En Oslo, la capital de Noruega, ya no.

Internacional

29/01/2015 - 16:19hs

La ciudad superó la capacidad de procesar los residuos que producen sus 1,4 millones de habitantes y ahora importa desechos de otros países para alimentar las plantas que generan calefacción y electricidad. Éste es el resultado de un compromiso que abarca a todos los noruegos, del más grande al más chico, en un país donde cuidar la naturaleza es prioridad nacional.

Olav Ytre-Eide es un rubiecito de 2 años que recién chapurrea noruego, pero su participación no deja de asombrar. Cuando llega el momento de sacar los residuos familiares a la calle, abrigado hasta las orejas para resistir el duro invierno, él es el que lleva la bolsa de color azul; su hermano Erik, de 5 años, la blanca, y Mira, la mayor, de 8 años, la verde. En el sistema de clasificación por colores, la azul tiene residuos plásticos; la verde, orgánicos, y la blanca, el resto. Así, Olav se enorgullece de llevar la bolsa más grande... y la más liviana.

"La separación de la basura en bolsas de diferentes colores, implementada desde hace algunos años, nos obligó a tomar el hábito de pensar siempre de qué materiales está hecha cada cosa antes de tirarla", explica a LA NACION vía Skype Kjersti Album, la madre de Olav, una licenciada en Ciencias Políticas de 38 años.

La separación por colores no es un esfuerzo inútil. Los camiones recolectores dan a cada bolsa un destino diferente, ya que los lectores ópticos de las plantas procesadoras están calibrados para diferenciar colores. Y de todo se saca alguna utilidad.

Entre otras aplicaciones, las escuelas de Oslo reciben electricidad de estas plantas y casi la mitad de la capital noruega cuenta con calefacción gracias al procesamiento de los residuos domiciliarios.