EN FOCO

Arenas movedizas bajo los pies del Presidente

Marzo empezó con una clara advertencia para el Presidente Mauricio Macri: el poder real no está en sus manos.

Marzo empezó con una clara advertencia para el Presidente Mauricio Macri: el poder real no está en sus manos.

Tuvieron que pasar poco más de tres horas de su débil discurso ante la Asamblea Legislativa del Congreso para que alguien decidiera sacar a la luz el escándalo de coimas por 850.000 dólares que cobró el jefe de la Agencia Federal de Inteligencia (AFI), Gustavo Arribas, en el marco del megacaso brasileño Lava Jato.

El golpe fue una dolorosa bofetada al rostro del Presidente. Porque el titular de la AFI es mucho más que su asesor de Inteligencia: es su amigo íntimo, confidente e inquilino de su departamento de Libertador y Cavia, al que Arribas se mudó sin necesidad de un contrato. 

En el mundo de los servicios de inteligencia, tan de idas y vueltas, castigos y premios y política non sancta, no hay lugar para casualidades. 

Alguien -entiéndase mafias enquistadas en el establishment, los grandes intereses de las empresas monopólicas de todo ámbito- quiso hacerle un llamado de atención al jefe de Estado y lo hizo con un hombre de su extrema confianza, al cabo de un acto tan simbólico como el inicio del año parlamentario. ¿Podría haber un mensaje más claro que ese?

Pero, como si todavía faltara más, a las pocas horas Alberto Abad presentó su renuncia a la AFIP. 

La AFIP y la AFI comparten algo más que un parecido de siglas: ambos organismos investigan y conocen los movimientos de todos los ciudadanos, en sus manos está el poder de los llamados “carpetazos”, la difusión de información comprometedora sobre determinados funcionarios en el tiempo que se lo requiera.

Tal vez la permanencia de Abad no era conveniente para quienes detentan el verdadero poder en la Argentina. Tal vez se lo hicieron entender al Presidente y la designación de Leandro Cuccioli en la AFIP obedece a ello: a la necesidad de poner en un puesto clave a una persona moldeable a los intereses de los poderosos. Por más que se trate de un funcionario que, como gran parte del gabinete nacional, posee la mayoría de sus bienes en el extranjero:  7 de sus 6 millones de pesos declarados los guarda entre Uruguay, Estados Unidos e Inglaterra.

De hecho, Abad abandona el cargo meses después de la impresionante filtración de datos reservados y secretos sobre el blanqueo, que pusieron al descubierto que amigos y familiares del Presidente accedieron al beneficio. Cuando ese ventilador se encendió, Abad quedó en el ojo de la tormenta; luego, el juez Rodolfo Canicoba Corral avanzó con la investigación que logró desarticular la banda de empleados del organismo que vendía los datos.

Abad negó discrepancias con el Gobierno y alegó “motivos personales” para dar un paso al costado, pero lo cierto es que venía de una larga interna con funcionarios como el vicejefe de Gabinete, Mario Quintana, quien buscaba una solución a la crisis financiera de OCA ante la AFIP: en rigor, que el titular del ente recaudador quitara los embargos contra el grupo y le perdonara una deuda de $3700 millones.

Por eso, no llama la atención ni es casual que el reemplazante en la AFIP sea Cuccioli, hombre del riñón del ministro de Finanzas, Luis Caputo, y de extrema confianza de Quintana.

Todas las piezas se mueven para inclinar la balanza a favor de los poderes económicos concentrados, que para invertir reclaman una reforma laboral que favorezca la precarización, la laxitud en los controles y la desregulación. 

Mientras, el sentido de Nación permanece adormecido en el Presidente. La batalla que el Gobierno ha librado contra los sindicatos obedece a ello: entendiendo que Cristina Fernández de Kirchner ya es pasado, que su poder de fuego se diluye y apaga, el Ejecutivo utiliza el látigo de los “carpetazos”, con el que azota a los gremios reacios a aceptar la reforma laboral. El sindicalismo es el nuevo enemigo.

En este sentido, la AFI y la AFIP juegan un rol preponderante: Abad era una piedra en el zapato de las empresas e incomodaba. Se tenía que ir. Arribas, jefe de Inteligencia, necesitaba un llamado de atención. 

Macri deberá entender el mensaje. Porque muchos podrán mirar para otro lado, pero no la persona de la que depende el destino de todos.