EN FOCO

¡Argentinos y argentinas, estamos salvados!

Al final, Cambiemos tenía un plan para reactivar la economía, controlar la devaluación y detener la recesión. Disculpe el lector por no haberlo advertido antes, por haber pecado de ingenuos y no prever el arduo trabajo del Gobierno para salvarnos.

Parece que a los honorables habitantes de la Casa Rosada les llevó más de dos años y medio encontrar la brújula. Más vale tarde que nunca. Fue la abanderada de la República PRO, Elisa Carrió, la encargada de resumir como nadie la brillante salida a la crisis que excluye, sobre todo, a los más vulnerables: “Dé propinas”; “haga la changa. Hay más de tres millones de personas que viven de esa changa”, propuso a la clase media y media alta como primera medida ante la “desesperanza” que genera el aumento de tarifas, la inflación y la caída del poder adquisitivo.

La caridad bien entendida. Ese es el plan al que apuesta Carrió y, por más que en sus salidas no sea todo lo dadivosa que presume, aunque deje unos mezquinos $5 por cada $300 que gasta (tal como la acusó un mozo platense que la atendió), ayer “esclareció” sus dichos en la Cámara de Diputados, convencida y hasta cometiendo un furcio: “Dije que era necesario que se mantengan las propinas y coimas, porque me parece importante”, insistió sin ponerse colorada, acaso sin advertir el fallido.

Entre risas, atribuyó a un lapsus ese pensamiento inconsciente que quizá, quien sabe, revele lo que verdaderamente cree. Su intervención, ya totalmente consciente, buscó justificar las changas como plan de gobierno: “Los cartoneros, trabajan; las manicuras, trabajan; muchísima gente que a veces corta el pasto, trabaja. Y es necesario que las clases medias no supriman ese tipo de gasto. Es una forma de solidaridad en momentos de crisis”, remató.

Vaquitas para pocos, penas para todos

La síntesis trazada por Carrió resulta perfectamente normal para el Gobierno, que apuesta al grueso de sus votantes (que también sienten en sus bolsillos el golpe de los tarifazos y los aumentos de todo tipo) para que hagan menos indignos los días de quienes sobreviven en la informalidad.

Por eso, no se hará nada por ellos. El plan es para los grandes empresarios (de luz, gas, agua, de medios, petroleros y de las finanzas) que obtienen ganancias exorbitantes sin invertir, fugándose con las divisas que financiamos todos con la toma de deuda, alimentando la bicicleta financiera, llevando la devaluación y las tasas de interés hasta las nubes. No se preocupe, querido lector, quienes nos gobiernan confían en que el derrame de arriba hacia abajo algún día llegará. Eso sí, tendremos que armarnos de paciencia.

Las vaquitas, para unos pocos. Para el resto, las changas, las propinas, la informalidad. Porque la creación de trabajo no entra en el menú y menos tras el acuerdo con el FMI que, entre tantos otros condicionamientos, impone cortar el hilo por lo más delgado, despidiendo a empleados públicos y quitando bonos salariales. Esa medida, ya anticipada por este diario, se oficializará en las próximas horas y se replicará desde la Nación a provincias y municipios.

La República olvidada

Ni la sombra parece quedar de quien se autoproclamaba como defensora de la República y hoy pretende limosnas para los que más sufren, o vota tarifazos o se encolumna detrás de un Gobierno que, para aplicar esos tarifazos, está dispuesto a avanzar sobre el Poder Judicial y restringir la presentación de amparos colectivos (según reza un proyecto de ley elaborado por el Ministerio de Justicia) o le inicia un juicio político a magistrados que osan ponerle un límite a las empresas (tal como le ocurrió en la Provincia al juez Luis Federico Arias).

La base de toda República, su fundamento constitucional, es la división de poderes, su fortaleza frente a los negociados, la garantía del bienestar del pueblo. Defender lo contrario, es defender la colonia.