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El próximo gobierno
23/09/2015 - 06:08hs
La moneda brasilera se vende a 4,05 por dólar, el mayor valor desde su creación en 1994. La crisis en el socio comercial clave del país preocupa al kirchnerismo, dado que se trata de uno de los principales importadores de bienes industriales nacionales. El análisis de los especialistas
El real de Brasil, principal socio comercial de la Argentina, cayó 1,70%, a 4,05 por dólar y llegó así a su valor mínimo desde su implantación en 1994.
La creciente devaluación del país vecino persigue el objetivo de generar condiciones de competitividad y favorecer sus exportaciones, en un contexto de crisis salpicado por escándalos de corrupción, recesión, inflación (aunque del 9%, muy lejos de los valores argentinos), desempleo y en el que se prevé un plan de ajuste para evitar, por primera vez en su historia, un déficit presupuestario el próximo año. En este contexto, la agencia calificadora de riesgo Standard & Poor's (S&P) le quitó a Brasil su grado de inversión, es decir, le restó reputación a su cualidad de “buen pagador” y podría comenzar a cerrársele el financiamiento externo y a encarecérsele el crédito, tal como le ocurre a la Argentina, considerada “en cesación de pagos” por el mercado financiero.
La caída en las exportaciones
Así, Brasil, que durante años fue una referencia por excelencia para el país, hoy resulta un espejo implacable, un agregado negativo a las falencias internas de la política económica K. Porque hacia allí concentró la Argentina cerca del 40% de las exportaciones de los bienes industriales, sobre todo automóviles, pero también de calzados; fibras de algodón, carburantes y cueros; textiles, frutas y derivados de caucho. Por la crisis, en los primeros ocho meses del año, sólo se exportaron desde Argentina US$ 7.500 millones, 25% menos frente a igual lapso de 2014.
Ante la depreciación del real, estos productos se vuelven más caros para nuestro socio, debilitando aún más el superávit comercial argentino, que en agosto se mantuvo en apenas US$ 51 millones, lo que implica una reducción de 95% frente al mismo período del año pasado, explicado por la baja del 16% en las exportaciones, según el INDEC. De esta forma, entre enero y agosto, el saldo comercial muestra un superávit de US$ 1.487 millones de dólares (un 70% inferior al registrado en el mismo período de 2014). Más preocupante es advertir que por vía del comercio exterior sólo ingresan US$ 185 millones mensuales, la cifra más baja de los últimos 15 años.
El impacto
La excesiva dependencia argentina de sus pocos socios comerciales (Brasil, China y Rusia), coinciden los especialistas, hace que cada alteración externa replique, directa o indirectamente, en la economía nacional que, a falta de un plan de gobierno consistente, resulta vulnerable a cualquier avatar, por mínimo que este sea. Junto al cepo cambiario, el dólar oficial atrasado, las trabas a las exportaciones, la inflación y la recesión en su conjunto, todo converge en una tormenta perfecta, un cóctel explosivo que ni los socios mundiales ayudan a desactivar.
Ahora bien, si Brasil es uno de los tantos espejos en los que se mira el kirchnerismo, ¿podría la devaluación del mayor socio del Mercosur reflejarse en Argentina? La historia, y los economistas, dicen que sí. Porque las devaluaciones de las naciones vinculadas comercialmente al país han arrastrado y profundizado las crisis aquí, persiguiendo la competitividad de la producción, pero hiriendo de muerte el bolsillo de los trabajadores (Ver aparte).
En este panorama incierto, de acá al 10 de diciembre, excusarse en los avatares de la crisis mundial será el lugar más cómodo que elegirá el kirchnerismo, incapaz de desandar pasos para corregir el rumbo.
“La crisis brasilera condiciona al país”
Por Julio Gambina (Economista, Dr. en Ciencias Sociales, profesor en la Universidad de Buenos Aires (UBA)
Especial para Hoy
Al devaluar, Brasil intenta estimular sus exportaciones, lo que, al mismo tiempo, dificulta las exportaciones de países como la Argentina hacia allí.
Por otro lado, nuestro país está teniendo dificultades para exportar por la caída de los precios internacionales; a su vez, tiene una política de restricción al ingreso de producción externa, desde una gestión administrada por el Estado sobre qué se permite importar y qué no, porque Argentina intenta mantener el debilitado superávit comercial.
Lo que ocurre, también, es que, ante la crisis mundial, cada país busca dar respuestas de carácter nacional. Lamentablemente no hay una coordinación entre Brasil y Argentina, por ejemplo, para aplicar medidas económicas que armonicen los intereses que, a veces, son contradictorios. Sucede que en esta guerra de las monedas, cada país intenta generar competitividad con sus devaluaciones, para su producción.
En Argentina, por ejemplo, hay expectativas por una posible devaluación, que podrá mejorar las condiciones de competitividad de la producción, pero también afectará los ingresos de la mayoría de la población.
Es para tener en cuenta la crisis en Brasil, porque si viajamos al pasado, la gran devaluación brasilera del ’98 condicionó y determinó la devaluación de enero de 2002, cuando Argentina perdió la convertibilidad. Un movimiento fuerte en la política cambiaria brasileña, a la larga, puede arrastrar a la Argentina, con un profundo ajuste sobre los sectores de menores ingresos.