“Lo más difícil ya pasó”, repitió, como un mantra, el jefe de Gabinete, Marcos Peña, quien ayer presentó su informe de gestión en la Cámara de Diputados.
24/05/2018 - 07:01hs
“Lo más difícil ya pasó”, repitió, como un mantra, el jefe de Gabinete, Marcos Peña, quien ayer presentó su informe de gestión en la Cámara de Diputados.
Lo hizo a dos semanas del terremoto financiero que en un mes devaluó al peso en un 30% y que obligó a sacrificar US$8 mil millones de reservas del Banco Central.
Sin autocríticas de ningún tipo, culpó por la a los “factores externos” e interpretó la vuelta al FMI como la recuperación de “la confianza del mundo”, pese a que los mercados externos cerraron sus grifos a la Argentina y a que la lluvia de inversiones se demora en caer.
Para Peña, es hora de “lograr una mayor velocidad en nuestro camino hacia el equilibro fiscal”. Lo que en otras palabras es: acelerar la reducción del déficit con menos gastos, menos obra pública y empleos.
Esa receta, se sabe porque lo admitió el propio Gobierno, impactará con más inflación y menos crecimiento. Pero el jefe de ministros, cínico como pocos, se jactó de unos invisibles “siete trimestres de crecimiento”. Eso, dijo, permitió recuperar “la confianza que necesitábamos como país para que este camino gradual pueda ser financiado por aquellos que nos presten”.
“La Argentina está por el camino correcto del desarrollo”, intentó convencer Peña. Fue entonces que se cruzó con la dura réplica de la diputada Graciela Camaño: “Si nos invitan a un diálogo institucionalizado para defender el salario de los trabajadores, promover la educación pública, resolver los problemas de las pymes; si nos invitan a pensar en el desarrollo y el crecimiento nacional, cuente con nosotros. Pero no va a contar con nosotros para seguir ajustándole el bolsillo a los trabajadores”.