Al ritmo de la devaluación y la inflación, quienes soñaban con llegar a la casa propia ven cómo ese sueño se derrumba, hasta volverse pesadilla. Y los que pudieron acceder antes de que la última crisis financiera estallara, hoy están más endeudados.
13/07/2018 - 07:00hs
Al ritmo de la devaluación y la inflación, quienes soñaban con llegar a la casa propia ven cómo ese sueño se derrumba, hasta volverse pesadilla. Y los que pudieron acceder antes de que la última crisis financiera estallara, hoy están más endeudados.
De esta manera, jóvenes, parejas, familias de clase media que postergaron el anhelo de tener, como quien dice, un lugar donde caer muerto, quedan atrapados en la telaraña de la coyuntura económica. Mientras, los bancos, el mercado, los grandes ganadores del modelo Cambiemos hacen de la angustia un lucro, siguiendo la lógica perversa del capitalismo, la que especula sin producir, ni generar empleo, ni distribuir la riqueza. Y sino detengámonos en algunos números.
Solo en los últimos meses, el dólar se disparó casi un 45% y con él, la toma de créditos hipotecarios ajustados por UVA se hundió en un 60%, según datos del Banco Central: de abril a junio, los préstamos otorgados por día hábil cayeron de US$33,82 millones a US$11,39 millones.
¿Cómo el Procrear, que en su origen buscó financiar con créditos blandos el acceso a la vivienda, con cuotas más bajas que las de un alquiler, se convirtió en una amenaza, una bomba de tiempo para la economía familiar?
La devaluación que todo lo devora
Es la propia voracidad del sistema, junto a la insensibilidad de un Gobierno que no acompaña a quienes buscan progresar, la que hace que el ahorro de hace un año se diluya sin poder llegar a esa casa con la que soñamos.
Como los préstamos se otorgan en pesos, pero las propiedades se tasan en dólares, la devaluación obliga a juntar más pesos para concretar la operación, algo que hoy resulta casi imposible. Quien en diciembre, con el dólar a $20, necesitaba $1,7 millón para una propiedad valuada en US$85.000; ahora, con la divisa promediando entre los $28 y los $30, necesita unos $700.000 más: $ 2,4 millones.
El Gobierno admite esa devaluación: a comienzos de febrero aumentó el tope máximo de tasación de las propiedades que pueden comprarse con el Procrear de $2 millones a $2,3 millones. Y a fines de mayo lo llevó a $2,6 millones. Pero el subsidio máximo que otorga el Estado permanece en $400.000. Esto hace que el interesado en tomar el crédito deba apelar a otras vías de endeudamiento para intentar alcanzar la meta.
Mientras el dólar pisa los talones y el poder adquisitivo pierde contra la inflación, el primer escollo es, justamente, el ingreso mínimo. Por ejemplo, para un monto de $2 millones a pagar en 30 años, se necesitan casi $59.000 de salario y la cuota inicial es de $14.676, duplicando en muchos casos la de un alquiler. Quien hoy reúna $59.000 que arroje la primera piedra.
La historia, esa escuela
El modelo actual nos condena al fracaso del coyote que persigue al correcaminos: una carrera desgastante para alcanzar una meta que, cuando parece acercarse, se aleja todavía más.
Es la lógica vacía de quienes ponderan el capitalismo en su peor forma, la de la bicicleta financiera, con devaluación y tasas altas para que unos pocos ganen dinero. El dinero por el dinero mismo, cercenando cada vez más derechos, entre ellos, uno de los más importantes: el acceso a la vivienda y, desde ellas, la reactivación de actividades como la construcción, que genera y diversifica el empleo, retroalimenta el consumo, fortalece el mercado interno, dinamiza toda la economía a su alrededor en una onda expansiva que empieza por mejorar la vida a un ciudadano y termina cambiando la identidad del barrio, la ciudad, el país.
Así lo supo Juan Domingo Perón, así lo entendieron Arturo Frondizi y figuras clave como Rogelio Frigerio, quienes vieron en la casa, la industria y la construcción pequeños granitos en la arena de una Argentina que se pretendía y fue pujante.
Este Gobierno, tan capitalista él, ¿seguirá el rumbo del capitalismo que oprime? ¿O, en cambio, sorprenderá con un modelo, también capitalista, pero que haga andar la rueda armoniosa de la economía? En este último caso, el Presidente y sus funcionarios, por ejemplo el nieto homónimo de aquel hombre de Frondizi, deberán desandar sobre sus pasos para releer la historia y hacer algo con esa enseñanza. Aunque sea por el íntimo orgullo de dejarle a las generaciones venideras un país mejor, en el que los derechos fundamentales no sean sueños imposibles, pesadillas, sino realidades.