De esto no se habla

La desocupación, la pobreza, el trabajo esclavo e infantil, el consumo de drogas, el narcotráfico, el estado de las escuelas, la violencia cotidiana que mata a los ciudadanos decentes y la desigualdad en las paritarias frente a una inflación que ataca como un cáncer los bolsillos de los argentinos...

Política

23/06/2018 - 07:00hs

La desocupación, la pobreza, el trabajo esclavo e infantil, el consumo de drogas, el narcotráfico, el estado de las escuelas, la violencia cotidiana que mata a los ciudadanos decentes y la desigualdad en las paritarias frente a una inflación que ataca como un cáncer los bolsillos de los argentinos. “Todos esos temas se están tapando”, advirtió ayer la Iglesia, en la voz del presidente de la Comisión Episcopal para la Pastoral Social, monseñor Jorge Lugones.

Puso un ejemplo directo: “No puede ser que a algunos trabajadores se les dé un 25% de aumento y a los docentes un 15% en tres cuotas”, en clara alusión al acuerdo alcanzado por Camioneros frente a la flaca oferta que la Gobernadora le hace a los docentes de la Provincia, o a los médicos, o a aquellos sindicatos con los que cierra paritarias en el 12%.

Y es que, mientras se imponen otros temas, menos urgentes, o se cubre la agenda con lo que sucede en el Mundial de Rusia hay cuestiones de las que no se habla. La devaluación, en tanto, sigue su curso, y la inflación proyecta para este año una suba del 32%, muy lejos incluso del techo salarial del 20% que el Gobierno, a regañadientes, estaría dispuesto a ofrecer.

Basta un dato para comprender que la brecha entre salarios que suben por escalera e inflación que va por ascensor se ensancha mes a mes: la canasta básica medida por el Indec se ubicó en mayo en casi $19.000, sin reparar en el impacto de la devaluación de las últimas jornadas.

Ni en puntas de pie llegan a ella los jubilados, con haberes mínimos que recién este mes superan apenas los $8.000; ni un policía, que vela por la seguridad de todos en esta Argentina violenta y puede cobrar $17.000; ni un trabajador estatal que con el ajuste reinante con suerte conserva el trabajo y se resigna a percibir $12.000; ni un empleado de comercio, cuyo salario pendula entre los $15.000 y $20.000; ni maestros ni docentes que recién se inician.

Hay una paradoja en este país de economía hundida y desigualdad creciente: la crisis iguala en su malestar a los sectores medios; castiga a los vulnerables de siempre y equipara en sus ganancias a funcionarios, amigos del poder y sectores especuladores beneficiados con la corrida cambiaria que hizo saltar el dólar por las nubes y nos llevó a tocar las puertas del FMI. Todo sigue igual o peor que antes, nada cambió con Cambiemos.

Para los trabajadores y la comunidad en general el escenario es crítico: con la depreciación del peso como está, solo en lo que va del año la pérdida del poder adquisitivo está en el orden del 50%.

Tal depresión en la capacidad de compra repercute directamente en el mercado interno, ya asediado por tarifazos, presiones impositivas y tasas de financimiento imposibles. 

El Gobierno reconoce la inflación como flagelo y, por eso, tras haber tirado la toalla de la meta del 15%, se propuso nuevos objetivos para bajarla de aquí al año que viene. ¿Subiendo salarios? ¿Aplicando un plan económico estratégico? De ningún modo. 

Será a la manera del FMI: frenando más el empleo y los salarios. La ecuación es tan perniciosa como simple: sin trabajo no hay dinero ni consumo. La economía se enfría. La oferta es grande, la demanda pobre. El neoliberalismo, que tanto nos marcó, nos dejó sus recetas. El Gobierno, para mal de muchos y suerte de muy pocos, vuelve a aplicarlas.