12/09/2015 - 07:19hs
De las dos formaciones anunciadas por el gobierno para el Tren del Valle, sólo llegó una. El misterio de los 10 millones de pesos desaparecidos. Otra promesa de Randazzo que queda en la nada
Desde el mismo comienzo del kirchnerismo en el 2003, y a pesar de llenar con palabras grandilocuentes un discurso cuasi nacionalista en materia ferroviaria, la realidad indica que se continuó con la profundización del modelo menemista, aumentando la desidia en el sector.
Con la promesa de un servicio moderno con las comodidades del siglo XXI, la presidenta Cristina Kirchner inauguró el pasado 21 de julio el Tren del Valle, que une las ciudades de Cipolletti y Neuquén, y para ello había ordenado a través del ministro de Transporte, Florencio Randazzo, la compra de dos formaciones 0 kilómetro a la empresa Materfer, de las cuales sólo llegó una a pesar de haberse abonado 10 millones de pesos por cada una de ellas.
Esta situación ha llevado a que los 20 viajes diarios entre dichas localidades se hagan con dos formaciones, siendo una de ellas una locomotora usada que se vive rompiendo y que deja a los usuarios a pie, más que nada por su uso continuo sin descanso.
Paisaje desolador
La situación creada en el sur argentino es tan desopilante, que en un abrir y cerrar de ojos desaparecieron 10 millones de pesos, sin que ningún organismo de control haya intervenido, dejando en evidencia hasta qué alto grado de dejadez ha caído el oficialismo en materia ferroviaria.
A esto se le suma las serias sospechas de que ese dinero haya ido a parar a las oscuras manos de la corrupción y haya servido para financiar la campaña electoral del kirchnerismo, en unas elecciones que se avecinan muy duras y con amplias chances de que los K abandonen el poder.
Esto ha quedado inmerso en el mal servicio que reciben los valletanos, ya que los viajes en alta comodidad que anunció el gobierno jamás llegaron, y el panorama que se observa hoy es el de demoras e interrupciones contantes. Cuentan los lugareños que incluso a sólo dos semanas de inaugurado el tren, las fallas comenzaron y nada se hizo para detenerlas o amortiguar su impacto en la sociedad.
La supuesta revolución ferroviaria K significó nada más que una cuestión de maquillaje para los ferrocarriles, no cambiando en lo más mínimo el accionar menemista, profundizando aún más la sensación de desprotección por parte de la ciudadanía.