02/02/2017 - 11:39hs
Por Marcelo Carlos Romero
(Fiscal del Ministerio Público - Miembro de Usina de Justicia)
El problema no es un juez de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, llamado Eugenio Raúl Zaffaroni y sus delirantes reflexiones, que excitan por igual a estudiantes de Derecho, graduados, magistrados judiciales, periodistas y anarquistas decadentes.
El problema no son sus postulados y sentencias alejadas del sentido común, de la lógica y hasta de la cordura. El problema no es la inversión del paradigma del Derecho Penal, convirtiendo al criminal en víctima de la sociedad, y a ésta en victimaria de los excluídos.
El problema no es la biblia abolicionista que reza, entre otros dislates, que: El “delito” es una “creación política”. Que el Proceso Penal es una farsa de los poderosos, quienes les quitaron a los particulares el “conflicto” y la posibilidad de resolverlo entre ellos. Que la cárcel “no sirve para nada”. Que el Estado no está “legitimado” para imponer penas. Que la pena es otro “hecho político” para llenar de pobres e indigentes las “agencias”policiales y penitenciarias, para “saciar” las ansiedades de las clases dominantes o del imperio, frente a la “sensación de inseguridad”, etcétera...
El problema no es la flagrante falta de respeto a la memoria del ex fiscal general federal especial para el caso AMIA, Dr. Natalio Alberto Nisman, cuya muerte violenta todavía sigue siendo un misterio sin revelar.
El problema no es Zaffaroni... Sino su pseudo doctrina que está instalada en la República Argentina como obligatoria en facultades de Derecho, Institutos de post-grado, Consejos de la Magistratura y lleva treinta años lavando cerebros.