Hacete amigo del juez: los cuadernos de Macri y Vidal

Año 1872. Ni siquiera éramos un Estado cuando José Hernández cantaba en el Martín Fierro: “Hacete amigo del juez, no le des de qué quejarse. Y cuando quiera enojarse, vos te debés encoger, pues siempre es güeno tener, palenque ande ir a rascarse”. Y en otro verso: “A estorbarlo no te metás, cada lechón en su teta es el modo de mamar”.

Tristeza, bronca e indignación causa que 146 años después aquella obra siga vigente y que hoy, en un Estado en el que la separación de poderes es (o debería ser) un basamento constitucional, la Justicia sea la institución con peor imagen de esto que damos en llamar República.

Sobran los motivos para que así sea. Pues, el soberano, castigado por las heridas que van dejando la inflación, la devaluación y la recesión, también es golpeado por la inmoralidad de gobernantes que, como cualquier hijo de vecino y más aún, deberían ser investigados por su manejo de la cosa pública. Pero no lo son.

¿Cómo es posible, por ejemplo, que el caso de las fotocopias de los cuadernos de las coimas se detenga en los años que más comprometen a la familia Macri y su entorno? 

¿Avanzará la causa sobre aportantes truchos para las campañas del Presidente y la Gobernadora? ¿Qué los exime de no ser indagados por ese presunto lavado de dinero en el que cientos de miles de personas aseguraron en la Justicia no haber aportado el dinero que dicen que aportaron? ¿Habrían podido llegar al poder el Presidente, la Gobernadora, de no haber sido por esa supuesta estafa?

Son preguntas que la Justicia, que ahora parece haberse quitado la venda para elegir a quién protege y a quien castiga, deberá responder. 

Y esas respuestas llegarán -necesariamente deben llegar- en una próxima saga de cuadernos, con dos apellidos repitiéndose entre renglón y renglón: Macri y Vidal.