25/05/2014 - 07:00hs
Si una simple carta del Papa, con un saludo meramente protocolar por el aniversario de la Revolución de Mayo, genera tanto revuelo dentro de un gobierno, es porque evidentemente esa administración no funciona para nada bien.
En cierta forma, la novela que se tejió en torno a la validez o no de la misiva del Santo Padre terminó actuando como una suerte de cortina de humo para intentar desviar la atención de los asuntos que realmente son importantes y que atañen al interés común de la ciudadanía.
Concretamente, en la última semana, aparecieron nuevas señales que dan cuenta de que la crisis económica que existe en la Argentina, que ni siquiera es reconocida por el kirchnerismo, se está agudizando. Por ejemplo, la industria que aún subsiste sumó su noveno mes de caída consecutiva, registrando su peor marca –con una merma del 4%- desde enero de 2009. Esto se traduce en suspensiones y pérdida masiva de puestos de trabajo.
Los datos negativos de la actividad industrial se suman a la importante escalada que tuvo el precio del dólar blue, el único al que tiene acceso libremente la ciudadanía sin restricciones y que determina muchas variables de nuestra economía doméstica, que obligó a la administración K a tener que raspar la olla para contener la demanda.
En ese contexto, el gobierno nacional no tuvo mejor idea que limitar al máximo las importaciones y meter mano en los fondos de la Anses para contener la verde divisa, que llegó a pasar la barrera de los $12. Fue una medida desesperada, absolutamente cortoplacista y que resulta insostenible en el tiempo. De hecho, seguir limitando las importaciones, en un país que carece de sistema productivo, lo único que puede traer aparejado es que se profundice aún más el estancamiento económico.
Pareciera que, a medida que se va acercando el final de ciclo de su gobierno, la presidenta se encierra cada vez más en su círculo de aplaudidores y de obsecuentes. Ya ni siquiera recurre a excusas o estrambóticas explicaciones a la hora de referirse a los principales problemas cotidianos. Opta, simplemente, por no mencionarlos, en una creencia irracional –y bastante fantasiosa- de que aquello de lo que no se habla, no existe.
Siguiendo esa estrategia, Cristina ni siquiera hace mención a los graves problemas institucionales y de corrupción que están enquistados en su propio gobierno. Uno de ellos es tener un vicepresidente –que fue puesto a dedo por ella misma- al borde de ser citado a declaración indagatoria.
Existen tantas pruebas que involucran al vicepresidente con la escandalosa compra de la imprenta Ciccone, que fue el paso previo para poder quedarse con el negocio de impresión de papel moneda, que cuesta entender cómo es posible que un personaje así siga en funciones.
Es muy probable que el costo político que está pagando la primera mandataria también tenga que ver con lo que puede estar callando Boudou. No son pocos los que piensan que el vicepresidente no se cortó sólo a la hora de orquestar la operación para quedarse con la exCiccone. Se habla de que habría obedecido órdenes del propio Néstor Kirchner, que antes de morir estaba obsesionado con quitarle el negocio a una empresa a la que durante años se la asoció con Eduardo Duhalde, un dinosaurio de la política que cada tanto intenta asomar la nariz. De hecho, lo hizo en la semana que pasó, con el enfrentamiento público que mantuvo con otro exponente del período jurásico, el exgobernador de Santa Fe y excorredor de Fórmula 1, Carlos Reutemann, al que recomendó jubilarse de la política, recibiendo como respuesta un insulto.
Resulta evidente que en el seno del gobierno nacional existe una creciente preocupación respecto a qué ocurrirá con varios de los actuales funcionarios cuando CFK ya no ocupe el sillón de Rivadavia, a partir de diciembre de 2015. De ahí los denodados esfuerzos por llenar los cargos en el poder judicial con amigos puestos a dedo. La lista de conjueces, aprobada en el Senado nacional ente gallos y medianoche, va claramente en esa dirección.
La nómina incluye, entre otros, al polémico exministro Justicia menemista y extitular de la cartera de Seguridad bonaerense, León Carlos Arslanián, y al profesor titular de la cátedra II de Derecho Administrativo de la UNLP, Tomás Hutchinson, de polémicos antecedentes como integrante del máximo tribunal de Tierra del Fuego. A ellos se la suma Héctor García Cuerva, el interventor que puso el kirchnerismo en Racing –el club del que era hincha Néstor- tras la estrepitosa salida de la empresa gerenciadora en el año 2008.
Ante este panorama, la pelota ahora la tiene la Justicia. Son los jueces y los fiscales de carrera, independientes, los que deberán terminar de ponerse los pantalones largos y evitar que una vez más, como tantas veces en la historia reciente del país, se termine imponiendo la impunidad.
Juan Gossen
gossen@diariohoy.net