Justicia por mano propia: lo que no debe ser

Política

02/02/2015 - 06:12hs

EN FOCO

Cuando el Estado -que debería tener y ejercer el monopolio de la fuerza pública- se encuentra ausente, lo que se termina imponiendo es la ley de selva, con ciudadanos que en su desesperación están dispuestos a hacer justicia por mano propia.

Esto es lo que efectivamente ocurrió anoche en Barrio Norte, con un abuelo que salió en defensa de su nieta y que, con la ayuda de un vecino, dejó muy mal herido a un ladrón que había realizado una entradera y estaba armado con un revólver (ver Abuelo linchó a ladrón...). Sólo un milagro hizo que no tuviéramos que lamentar una nueva muerte, como ocurrió días atrás en la calle 1 y 522 de Tolosa cuando un padre de familia que había salido en defensa de un hijo, en momentos en que delincuentes intentaba robarle un auto, terminó siendo ultimado de un balazo en la cara.

Ahora bien, lo que estamos viviendo no es el resultado de un castigo divino. Es una consecuencia del proceso económico y político de la mal llamada década ganada, que ha llevado a que la Argentina, un territorio plagado de riquezas naturales, tenga a más de 10 millones de personas viviendo debajo de la línea de la pobreza.  Esto se ve reflejado, en el caso de La Plata, en la existencia más de 130 asentamiento donde miles de familias viven en condiciones infrahumanas, en la más absoluta promiscuidad social, siendo el caldo de cultivo no sólo para que crezca la delincuencia, sino también el flagelo que implica el narcotráfico y las adicciones. Poco queda, en La Plata, de aquella ciudad que -con su universidad en el caso urbano y sus pujantes fábricas en la periferia- era uno de los principales faros de la cultura, el progreso y el desarrollo científico del continente.  

Lo que se está ocurriendo en la Argentina tiene claros responsables, con nombre y apellido. La principal es la presidenta Cristina Kirchner, cuyo gobierno no es más que la continuidad de la gestión encabezada por su marido. Ambos profundizaron al extremo las políticas neoliberales que puso en marcha el menemismo en los ´90,  que destruyó el trabajo y aparato productivo.

Los Kirchner han desaprovechado una oportunidad histórica, con un mundo que durante años demandó masivamente los alimentos que proliferan en nuestro suelo. En lugar de utilizar esos excedentes económicos para cambiar la matriz del subdesarrollo, en un país que tiene a uno de cada tres habitantes sin poder acceder a bienes y servicios básicos, se optó por profundizar como nunca antes el clientelismo político.  Se intentó reemplazar el lugar que tenía el empleo genuino por planes sociales que solamente condenaron y condenan al pobre a ser cada vez más pobre, dinamitando la productividad y todo lo que significa la cultura del trabajo como gran ordenador social. Y todo esto se hizo en función de intentar obtener el voto fácil, con consecuencias sociales devastadoras.

Los Kirchner terminaron de configurar un país absolutamente fracturado entre aquellos que aún pueden elegir la comida, y un enorme sector desclasado, sin posibilidad de ascenso social y sin tener absolutamente nada que perder. Por eso, cuando una persona pierde la noción de lo importante que es su propia vida -ya sea porque está bajo los efectos de los estupefacientes o por la desesperación que le genera su situación socioeconómica- al mismo tiempo se convierte en un ser capaz de gatillarle a otro ser humano solamente para robarle unos pocos pesos o un par de zapatillas de marca.

Al mismo tiempo, entre aquellos que son robados o agredidos de distintas formas por el accionar delictivo, se termina imponiendo la indefensión, el sentirse absolutamente desprotegido por un Estado y un gobierno que lo ha dejado librado a su propia suerte.  Así es como al sálvese quien pueda de la selva, se le suma otra característica propia de la anarquía: la ley del Talión, es decir, el ojo por ojo y el diente por diente que no es más que la disolución de lo que Juan Perón llamaba la comunidad organizada. 

El gobernador Daniel Scioli tampoco escapa a la responsabilidad. La emergencia que decretó en materia de seguridad el año pasado lejos está, al menos por el momento, de haber sido una solución para ponerle un freno a la ola de inseguridad. Y esto lo percibe la ciudadanía, que asiste estupefacta al triste panorama que muestra como, diariamente, personas inocentes pierden la vida por el accionar delictivo.

Luego de haber estado en la Costa durante el fin de semana, donde ayer se lo vio en traje de baño en la playa Bristol de Mar del Plata, hoy -a las 10,30- está previsto que Scioli encabece un acto para hacer entrega de 50 patrulleros que se sumarán a las fuerza policial. Se espera que el mandatario provincial haga algún comentario o anuncie medidas ante la ola de inseguridad: el linchamiento del delincuente ocurrió a menos de 20 cuadras de la Casa de Gobierno. Por el momento, el mandatario provincial viene guardando silencio. Nada dijo la semana pasada, respecto al asesinato del padre de familia en Tolosa, al que luego se le sumaron hechos de similares características ya que dos hombres fueron masacrados, frente a sus hijos, en el Conurbano bonaerense.

Está muy bien que el gobernador haga deporte y vida sana, aprovechando los días de sol de La Feliz para nadar en el mar. Pero la realidad indica que la ciudadanía lo votó para dedicarse a otras cuestiones, entre ellas, que les garantice poder vivir sin que le maten a un hijo, le violen una hija o le quiten el fruto de toda una vida de trabajo

En ese contexto, la entrega de 50 patrulleros, en rigor, es un pequeño paliativo, equivalente a una gota en el océano de la inseguridad, que de poco y nada servirá si no comienzan a atacarse los factores estructurales que están llevando a que seamos un país cada vez más violento y fracturado.

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