EN FOCO

La miopía del Presidente

Como el anterior, el último presupuesto de la gestión Macri tiene mucho realismo mágico, con más fantasía que realidad

Como el anterior, el último Presupuesto de la gestión Macri tiene mucho de realismo mágico, con más fantasía que realidad.

Un Presupuesto que va camino a convertirse en papel muerto, como la meta inicial del 10% de inflación prevista para este año.

Un texto que no contempla un modelo de país basado en el desarrollo y el crecimiento para cambiar el rumbo económico. Ni que las estadísticas oficiales confirman un presente crítico y anticipan un futuro de sombras, con mayor recesión traducida en la fortísima caída de la actividad, congelamiento del consumo, extinción del mercado interno, tarifazos, una inflación galopante que encareció la vida en más del 40% en un año, con la proyección de un piso del 45% para fin de año y un techo del 50%, devaluación y tasas de interés que son las más altas del mundo, PyMes obligadas a bajar sus persianas, a bajar salarios o a despedir masivamente.

Quienes conservan el trabajo sobreviven como pueden, dando brazadas para no hundirse en el fango de la pobreza; quienes lo perdieron, se resignan a integrar ese cuarto de la población que vive en la marginalidad, caída del sistema, con la angustia de saberse derrotados, sin esperanzas ni futuro.

Lejos de las cortinas de humo, de los acalarados debates intrascendentes, lo que urge discutir es si de verdad queremos refundarnos con políticas que, a través del pleno empleo, la obra pública y la producción, permitan salir la crisis.

Es la oposición la que debe dar ese debate en tanto representante de un pueblo herido. Más cuando el Presidente se empecina con su su miopía en un Presupuesto 2019 que, a poco de su discusión en el Congreso, es igual o peor de ilusorio que el anterior, aquel que prometía una inflación de 10% y que hoy se encamina hacia el 50%.

Ahora, la meta que el FMI impone en esta ley de leyes es el déficit cero. Y el Gobierno debe cumplirla a como dé, para no caer en el default al que nos fueron acercando sus propios desaguisados: la bicicleta financiera, la deuda perpetua, la fuga del país de más US$108.352 millones favoreciendo a socios y amigos, los mismos que en la crisis de todos seguirán teniendo su oportunidad con las tasas de interés del 79% y saltos devaluatorios.

Sin salud, ni educación, ni trabajo, pero endeudados

Con el nuevo presupuesto, médicos, hombres y mujeres que salvan vidas en hospitales que declinan, sin insumos ni condiciones básicas de higiene ni salarios dignos, contarán con menos recursos para medicamentos, para programas como el de la lucha contra el sida, control de enfermedades endémicas, investigaciones y capacitación profesional.

La poda pasará también por la Educación, cuya herida sangrante hoy se refleja en maestros mal pagos que peregrinan de un curso a otro para ganarle a la pobreza; alumnos que egresan sin la mínima comprensión de textos; y escuelas inseguras que son una bomba de tiempo: las muertes de Moreno debieran justificar la indispensable inversión.

En 2019 pagaremos por minuto unos $1.100.000 en intereses de deuda, unos $1.600 millones por día, lo que en todo el año equivaldrá a 69 millones de jubilaciones mínimas, casi 56 millones de salarios mínimos y la construcción de casi 20 mil jardines de infantes que ya no se harán.

Otro cálculo terrible: por cada $100 en intereses que se paguen, se invertirán apenas $38 en educación, $25 en salud, $7,7 en ciencia, $4,8 pesos en vivienda, $4,1 en agua potable, $0,1 en industria, poco, tal vez nada en caminos.

El gran fracaso argentino

La hoja de ruta no hace más que confirmar el rumbo del fracaso que nos trajo hasta acá.

Sin educación. Ni salud. Ni ciencia. Ni industrias. Ni obra pública que, así como contribuiría a solucionar los problemas habitacionales de millones, generaría el empleo que reactiva la rueda armoniosa de la economía, fortalece el mercado interno, atiza el fuego del consumo, y distribuiría riquezas, no tendremos más destino que esta mishiadura de medio siglo.

Y esa, más allá o más acá de la discusión coyuntural del Presupuesto, debe ser la principal preocupación de esta hora crítica.

Tener un país, pese a este Gobierno y a todos aquellos que lo reventaron. Despertar, de pronto, en una Patria que alimente como corresponde a todos su hijos, que exporte al mundo, que no invite al exilio a los suyos, sino que dé la dignidad de un trabajo bien pago, salud, estudio, una vejez reposada. Un país que sea noticia por su industria, su ciencia, su prosperidad, y no por su pobreza, inseguridad, corrupción.

Un país. Un cambio. Esas promesas que la campaña escribe y el poder olvida..