La Patria no se lo merece

Pobre patria mía, hubieran lamentado los héroes de Mayo de haber presenciado ayer los festejos por el  208º aniversario de la Revolución y ver al presidente Mauricio Macri encerrado en su círculo, cercado por vallas y fuerzas de seguridad. Tan lejos del pueblo.

Con ostensible falta de cintura política, el jefe de Estado no aprovechó el sol del 25 para permitirse siquiera el acercamiento con muchos de los votantes que lo llevaron a la Presidencia, para estrechar lazos de fraternidad con quienes hoy, agobiados y angustiados, esperan alguna ilusión  desde la Casa Rosada.

La jornada comenzó temprano para Macri. Siempre puertas adentro, por la mañana ofreció un chocolate en Casa de Gobierno para sus funcionarios y miembros de otros poderes del Estado. Luego, junto a su esposa, Juliana Awada, y parte de su Gabinete, rodeado por efectivos de las Fuerzas Armadas y de Seguridad, se trasladó a pie por la enrejada Plaza de Mayo hasta la Catedral, para participar del Tedeum (Ver recuadro). 

Finalmente, sirvió un locro en la Quinta de Olivos para algunos de sus ministros y unos pocos invitados. Allí, casi como una ironía, ponderó la fecha como la posibilidad “para que nos reunamos y agradezcamos a Dios la Patria que tenemos”. Esa expresión de deseos chocó con la realidad de un pueblo dividido, una grieta fomentada desde el seno de Cambiemos: no hubo festejos populares. Todo fue para funcionarios, familiares y algún que otro invitado especial del Presidente. Detrás de un muro impenetrable en el que la realidad no tiene lugar.

Del otro lado quedamos la inmensa mayoría de los argentinos, ya hartos de escenas como estas. A 208 años de los acontecimientos de Mayo, el Presidente debería comprender que la Patria no es él, su familia y sus amigos. Porque nadie puede arrogarse el derecho de ser la Patria, pero todos los somos.

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La Patria está en peligro”. Tampoco merecemos los argentinos el lema con el que ayer organizaciones sociales, gremiales y políticas eligieron celebrar el 25 de Mayo, en una multitudinaria manifestación que colmó la Avenida 9 de Julio y sus intersecciones.

Es cierto que el acuerdo del Gobierno con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la profundización del ajuste hieren a la Patria. O que, como se dijo ayer, el modelo no puede ser la bicicleta financiera, sino la defensa del trabajo digno que genera riquezas, del desarrollo industrial y las economías regionales. 

Pero la Patria no está en peligro, porque en poco más de un año el ciclo virtuoso de la democracia nos permitirá votar en las urnas qué modelo de país queremos, representado por un líder que tendrá que emerger cuanto antes. Un referente que defienda los derechos de los miles que ayer salieron a la calle con sus banderas celestes y blancas, sin identificación política, entre ellos muchos votantes de Cambiemos, invisibles, sin micrófono ni presencia en el escenario, pero cuyos temores se reflejaban en el rostro: trabajadores con miedo a perder el empleo o con el poder adquisitivo deteriorado, jubilados que no llegan a fin de mes, jóvenes con un futuro incierto. 

En esa postal multitudinaria, contraste de la Plaza de Mayo vallada en la que tuvieron lugar los actos oficiales, el Presidente debe atender el grito silencioso de quienes fueron al Obelisco a cantar el Himno, o a celebrar la Revolución o a protestar, no para agredir y hacer un uso político de la fecha patria, sino porque en algún lugar necesitaban decir que no dan más.

Levantar una cortina de hierro contra esa gente, taparse los ojos para no atender sus realidades y acusarla de kirchnerista solo por el puñado de impresentables (salvo pocas excepciones) que convocaron a la movilización es volver a tropezar con un craso error. 

Ese pueblo le está diciendo al Gobierno: “Cambien, porque van a perder”. Y al pueblo, nos enseñaron los héroes de Mayo, se lo escucha.