Las economías regionales gritan: ¡socorro!

La producción de yerba mate, el vino, el arroz, la papa, las peras y manzanas, los cítricos, la leche, granos y hortalizas, entre tantas más, evidencian preocupantes signos de crisis, según reflejó el último informe mensual elaborado por Coninagro sobre la situación de las economías regionales.

La producción de yerba mate, el vino, el arroz, la papa, las peras y manzanas, los cítricos, la leche, granos y hortalizas, entre tantas más, evidencian preocupantes signos de crisis, según reflejó el último informe mensual elaborado por Coninagro sobre la situación de las economías regionales.

 Las altas tasas de interés que imposibilitan el financiamiento de numerosos sectores, el aumento en los costos, como por ejemplo de las tarifas y del forraje, y el deterioro del mercado interno profundizan la problemática de actividades productivas que han sido la identidad de la Nación pero que hoy están en vías de extinción.

Hablamos de generaciones de familias que crecieron en la cultura del trabajo, matando el tiempo en esas fábricas sin chimenea a cielo abierto, motor del desarrollo en pueblos que viven de la siembra, la cosecha, su mercado interno y cuya desaparición podría condenarlos a ser un paraje fantasmal. ¿Qué será del Alto Valle sin sus peras y manzanas? ¿De Misiones sin su cosecha yerbatera? ¿O de Tandil sin su producción de quesos y salamines? Las economías regionales son, para estas comunidades, su alma, lo que las justifica, lo que las une por herencia y tradición familiar. Matarlas o dejarlas morir sería traicionar los años de esfuerzo, empeño y amor que dejaron el padre, la madre, el abuelo que ya no está. Pero también, sería acabar con la esencia de una Nación rica y diversa en sus producciones, desaprovechadas por los sucesivos gobiernos.

Porque no hablamos solo de una crisis familiar y lejana: si quienes viven de esas producciones son empujados a la miseria y la desaparición, la orfandad de esas ausencias nos alcanzará también a nosostros, a todos los que crecimos y nos alimetamos en un país que era capaz de dar de comer a todos sus hijos, con generaciones de familias dispuestas a dar lo mejor de sí por la prosperidad de la Nación, pero para las que resulta cada vez más cuesta arriba seguir haciéndolo. Si el rumbo continúa siendo una política económica que premia la especulación financiera antes que la producción, el futuro de la Argentina se apaga. En consecuencia, no exageramos si decimos que veremos más manos ociosas, mesas tristes y vacías.