Alerta por sustancias prohibidas en las quintas de La Plata

Los agroquímicos ponen en riesgo la salud de la región

La utilización de sustancias prohibidas en las quintas de La Plata y alrededores causa un peligro extremo para la población. Insecticidas, plaguicidas, fungicidas y gases tóxicos se ubican en la cima de la lista. Advierten por los daños que originan estos productos a las personas y el medio ambiente. El sistema de cultivo intensivo, en el ojo de la tormenta

El uso de agroquímicos para la producción rural es una de las características centrales que ha adquirido el cordón productivo de frutas y verduras del Gran La Plata en los últimos años. Con más de 7.000 hectáreas en las zonas de Olmos, Etcheverry, Romero, Abasto, Arana, Parque Pereyra y Gorina, el mismo se ha convertido en el más importante de la Argentina.

Este crecimiento trajo aparejado un abuso en el empleo de sustancias químicas prohibidas, que ha puesto en un riesgo constante a la población que consume sus productos. Se estima que ocho de cada diez productores de la región emplea agrotóxicos, la mayor parte de ellos prohibidos desde hace décadas en el país por su peligro para la salud humana.

La lista de agroquímicos que diversos especialistas han podido encontrar en las hortalizas producidas en la región es encabezada por el dicloro difenil tricloroetano (DDT), prohibido desde octubre de 1990 por ser un insecticida muy soluble en las grasas y en disolventes orgánicos, contaminando gravemente los alimentos en los que se lo utiliza, con daños irreparables para el ser humano y el ecosistema.

Otra sustancia censurada por las autoridades que se usa en la región es el endosulfán, un insecticida y acaricida organoclorado prohibido en más de 50 países por su contenido tóxico; así como también el bromuro de metilo, un gas que se usa en garrafas, dañino para las personas y contaminante de la capa de ozono; y el metamidofos, un plaguicida ilegal desde el año 1998.

A ellos se le suman rastros de otros químicos rechazados por la ley, como el clorpirifós, un insecticida que causa efectos neurológicos y trastornos del desarrollo; el carbofurano, un pesticida muy fuerte que acaba con posibles plagas, y el propamocarb clorhidrato, un fungicida que se vierte sobre el suelo y es altamente contaminante para la salud humana y el medio ambiente.

Mal inminente

Especialistas consultados por diario Hoy resaltaron el grave riesgo que representa para la salud de las personas y el ambiente el hecho de estar expuestos en forma constante a la absorción de estas sustancias tóxicas. Entre las claves para el crecimiento de esta situación se encuentra la utilización de un sistema de cultivo intensivo que hace que las tierras deban ser sí o sí rentables sin darles el tiempo necesario de descanso, así como también el delicado equilibrio económico por el que atraviesan los productores.

Para la ingeniera agrónoma Guillermina Ferraris, “las más graves intoxicaciones con agroquímicos se detectan en las quintas y los que más carga tienen en la sangre son los productores, pero afecta también al que lo consume, ya que todos estos productos, aparte de hacer daño a la salud humana, hacen mucho daño a todo lo que son aves y la fauna”.

De acuerdo a la exmiembro de Cambio Rural, “uno de los factores que llevan a que los productores y quinteros utilicen esta clase de plaguicidas es el económico, pero el factor esencial es el sistema de cultivo tan intensivo, ya que, cuando aparece una plaga, no se puede controlar con nada porque se te instaló; no la podés sacar y es muy difícil de controlar”.

“El gran problema son los sistemas de producción intensivos, donde por ejemplo en una hectárea vive y trabaja una familia. Para que esta pueda vivir de la producción, esa hectárea debe estar bajo cubierta en invernáculos. La tierra la alquilan y todos los meses tienen que pagar alquileres que son altísimos. En este marco, sí o sí tienen que estar obteniendo verduras todo el tiempo para poder pagar el alquiler, lo que genera un uso superextractivista y muy intensivo del suelo, del agua, para generar ganancias constantes”, agregó.

En el mismo sentido se expresó el secretario general del Sindicato Argentino de Trabajadores Horticultores y Agrarios (Satha), Gustavo Arreseygor, quien indicó que “en la región existen alrededor de 5.000 productores hortícolas, tratándose en el 80% de agriculturas familiares, que por los costos y sus rentas no pueden adquirir los productos legales que no producen daño al ambiente y las personas”.

El dirigente gremial agregó: “Estos productores pequeños se ven obligados a curar con remedios más baratos y tóxicos. Son agroquímicos que están prohibidos desde hace rato y se usan para todo porque son multifunción, lo que ocasiona un grave daño a la salud humana”.

Alerta tóxica en la producción local

- Dicloro difenil tricloroetano (DDT):

Insecticida prohibido por su alta contaminación en los alimentos

- Endosulfán:

Insecticida y acaricida organoclorado profundamente tóxico para el medio ambiente

- Bromuro de metilo:

Gas incoloro sumamente tóxico para el ser humano y el medio ambiente

- Metamidofos:

Plaguicida censurado por su nocividad para la salud humana

- Clorpirifós:

Insecticida dañino que produce efectos neurológicos y trastornos del desarrollo

- Perfekthion:

Se usa para alejar insectos de las hortalizas y es perjudicial para la salud

- Propamocarb clorhidrato:

Fungicida que se echa en el suelo, altamente contaminante

- Sumilex:

Fungicida de gran acción residual usado por su fuerte resistencia al clima

- Carbofurano:

Pesticida muy tóxico que acaba con las plagas en tierra

“Preocupa que la gente muera por culpa de los plaguicidas sin ningún control”

Las autoridades encargadas de controlar el uso de agroquímicos en el país sostienen que los productos que se utilizan en las diversas plantaciones son insecticidas o plaguicidas autorizados, y que en general -salvo excepciones- no se emplean artículos que estén prohibidos. 

En la Argentina operan tres organismos que fueron encomendados al control de las sustancias químicas que se usan para la producción rural. Se trata del Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa), que autoriza el uso de plaguicidas; el Consejo Nacional de Desarrollo Agropecuario (Conadea), que autoriza los transgénicos, y la Comisión Nacional de Semillas (Conase). 

Para los expertos, lo más paradójico de la situación es que tanto  Senasa como Conadea hacen las autorizaciones sobre la base de la información aportada por las distintas empresas que producen los agroquímicos en cuestión, por lo que consideran “inviable” que los que producen estos productos sean a su vez los que manden la información para el conocimiento público.

Esto lleva a que el universo del problema sea quién y cómo autoriza el uso y la aplicación de plaguicidas y cultivos transgénicos. Respecto de su empleo, por ejemplo, en la comunidad europea está prohibida la aeroaplicación, no se hace pulverización aérea; en la Argentina está permitida, lo cual genera una mayor exposición a los tóxicos de las personas y el medio ambiente.

En orfandad

En diálogo con diario Hoy, el premio Nobel Alternativo por su trabajo en defensa del medio ambiente, Raúl Montenegro, señaló que “en nuestro país hay vía libre tanto para la aplicación terrestre como para la aérea de estos agroquímicos. El problema que hay con la aplicación es que en nuestro país el criterio que rige para protegernos de los plaguicidas es la dosis letal 50 (LD50). Esta dosis mata a las personas, por ejemplo con una intoxicación aguda, algo insólito”.

Para el titular de la Fundación para la Defensa del Medio Ambiente (Funam), “el verdadero problema son los efectos de las pequeñas dosis, entre los cuales se encuentra la disrupción del sistema endócrino, es decir que afecta el sistema hormonal, y el otro es que reduce el sistema inmune”.

“Argentina es un desastre en lo que tiene que ver con la aplicación de plaguicidas, ni siquiera se han establecido distancias mínimas entre las zonas. Se ha transformado en el lugar más agradable para las empresas que producen estos químicos”, destacó Montenegro.

Quien recibió el Premio Nobel Alternativo en 2004, hoy con 68 años, indicó: “Preocupa que la gente muera por culpa de los plaguicidas sin ningún control. Hay cerca de 20 millones de personas expuestas a pequeñas dosis de plaguicidas que les llegan por dónde viven o por los alimentos, mientras el Estado mira para otro lado, y hablo de la Nación, de las provincias y de los municipios”.

Para finalizar, Montenegro aseguró que “el principal problema lo tienen los embriones, fetos y bebés, porque no solamente sufren los plaguicidas del ambiente sino que también los reciben a través de sus madres: primero, mediante la placenta, y después, a través de la leche. Es uno de los sectores que está siendo afectado sin que nadie pierda el sueño”.

El daño que producen los químicos, contado en primera persona

En la localidad de Basavilbaso, Entre Ríos, vive Fabián Tomasi, quien dialogó con diario Hoy sobre los efectos de los agroquímicos. “La Anses me detectó, cuando me presenté para jubilarme por incapacidad, polineuropatía tóxica severa. Es un problema del sistema nervioso periférico que causa disminución de la masa muscular, entre otros millones de cosas que perjudican el poder transitar normalmente, con dolores y problemas en la piel”, explicó. 

“Estando en la Anses, el abogado me dijo: No digas que tu problema se debe a intoxicación por agroquímicos porque no te van a creer. Más aun tratándose de un organismo del Estado. Cuando el médico me preguntó cuáles eran los motivos por los que yo creía que estaba así, le hablé de diabetes. Sin embargo, mientras me examinaban, mi hija me miró y me dijo: Papá, decí la verdad”, relató conmovido. 

Tomasi sentó precedente con su jubilación por intoxicación con agroquímicos. “Estas sustancias no causan una sola enfermedad, es un tema muy grave. Pese a ello, hay un silencio de la medicina, de la población en general, del Gobierno y de la Justicia, por lo que combatir este problema se torna muy difícil. Se generan divisas impresionantes, sobre todo con la soja”, contó. 

En este marco, el entrerriano de 51 años, que tiene una hija en la universidad y vive con su madre de 82, que lo cuida y ayuda, dado que no tiene movilidad en los brazos y sufre problemas en las piernas, sostuvo: “No hay manera de protegerse de estas sustancias, no hay manera de trabajar con químicos e intentar hacerlo bien; de una u otra manera, el veneno llega. Tienen que acabar las fumigaciones y todo cultivo que dependa de ellas, como los transgénicos. Hay que volver a la agroecología, que ganen plata pero sin envenenar al resto”.

Números productivos

En La Plata y sus alrededores existen unos 5.000 productores frutihortícolas, de los cuales un 80% trabajan la agricultura familiar, siendo ciudadanos provenientes de países vecinos como Bolivia o Perú. De las 7.000 hectáreas productivas que hay en la región, cerca del 35% de ellas se encuentran en invernáculos, tornándose más factible el uso de agroquímicos prohibidos y la permanencia en las plantaciones de estos productos.

Diversos estudios realizados por universidades públicas venían resaltando con insistencia la peligrosidad que tiene el territorio platense en materia de uso de sustancias tóxicas, ubicándolo junto al partido de General Pueyrredón, como las zonas más complicadas para sus habitantes por el uso intensivo de agroquímicos.

El Concejo Deliberante busca regular el uso de estas sustancias

Desde hace unos meses, en los cajones del Concejo Deliberante se encuentran proyectos que buscan regular el uso de agroquímicos en el cordón productivo de frutas y verduras del Gran La Plata.

Las ordenanzas propuestas por los ediles tienen como objetivo que la ciudad adhiera a la Ley 10.699, que reglamenta el uso de agroquímicos, para proteger de esa manera la salud de los platenses que se hayan expuestos a sustancias tóxicas al consumir alimentos contaminados por su utilización.

El texto de la normativa presentada en el palacio legislativo local afirma que “los agroquímicos utilizados en el control de plagas y los fertilizantes aditivos, que no solo se utilizan en el ámbito de la agricultura sino que también son aplicados en el hogar, en la escuela y en la industria para matar insectos, roedores u otros organismos, tienen efectos secundarios graves como alteraciones en el sistema nervioso, carencias en el sistema inmunológico e incluso cáncer”.