El Presidente, en su país de las maravillas

El Presidente de la Nación, Mauricio Macri, respondió desde la Quinta de Olivos las preguntas de 10 periodistas, en su mayoría de medios críticos a su gestión, que fueron elegidos por sorteo.

Tuvimos en junio la inflación más alta de los últimos dos años y para este 2018 hasta el más optimista de los economistas afirma que no bajará del 30%. Tenemos los tarifazos. La devaluación, acelerada por la bicicleta financiera que el propio Gobierno alienta y que depreció en un 60% el peso argentino, hunde cada vez más el poder adquisitivo de nuestros salarios y hace imposible la vida para millones: la clase media empujada a la pobreza; los chicos del Conurbano que dependen de un comedor escolar para alimentarse, sus familias pobres, a las que en lugar de darles trabajo genuino para que salgan de su condición de tales, permitirles que saquen la cabeza del fango, se les ofrecen migajas en forma de planes sociales. Los despidos, que son moneda corriente: en el Estado, donde la obra pública que podría generar empleo está paralizada; en el sector privado, donde las azoradas las economías regionales, la industria (Ver página 2), las Pymes son llevadas a la extinción producto de la suba en todos los costos, el encarecimiento del crédito, la presión impositiva, la depresión del mercado interno.  

Esa Argentina, la real, cuya crisis sufrimos todos, volvió a ser negada ayer por el Presidente. Después de mucho tiempo, dio una conferencia de prensa en la que manifestó severos problemas de comprensión y habló de un país de las maravillas que solo él ve.

Apeló, otra vez, a las metáforas climáticas para decir que “estábamos bien”, pero “nos golpeó una tormenta que devaluó la moneda”. Frente a ella, dijo “arriamos las banderas (sic.)”. Quiso decir, pero no lo dijo, no le salió: “Levantamos las velas”.

El oráculo

Luego, como un meteorólogo neófito que falla en su pronóstico, lejos del Presidente que con visión de estadista debería velar por el bienestar de sus compatriotas y sin hacerse cargo de la responsabilidad que le toca, culpó a todos por la crisis, menos a su gestión: “Hay cosas que no dominamos, que son las cosas que pueden pasar en el mundo”, dijo, y siguió: “Tenemos los graves problemas de la década pasada”.

Como si la putrefacción kirchnerista no se hubiera profundizado en los más de dos años y medio de su mandato, en los que tantos millones más no comen, no tienen trabajo, andan a la intemperie, en la lucha por sobrevivir. Esa mishiadura, caldo de cultivo para la violencia y el estallido social del que creíamos curados de espanto, es para el Presidente una “tormenta” generada por factores externos y que, según él, “no terminará en una crisis similar a la del pasado”. “No nos está yendo mal. […] Veo un mejor futuro, tan claro como el primer día”, vaticinó, ya con discurso de oráculo.

Como en Suiza

Ojalá la realidad nos permitiera ser tan optimistas; ojalá se hubieran creado los 700.000 trabajos que mencionó Macri, sin citar la fuente de tan mentirosa cifra; o pudiéramos creer que “en poco tiempo medio millón de personas trabajarán en Vaca Muerta”; o que vamos a crecer, que la inflación va a bajar 10 puntos el año que viene, a llegar a un dígito en 2020, solo porque así se acordó con el FMI. 

¿Cómo, el mismo Gobierno que para este año nos prometió una inflación del 15% y será más del doble, cumplirá con sus nuevas metas? ¿Será a costa de la recesión, esa perversa receta que enfría el consumo y empobrece a todos?

El Presidente no lo explicó, porque no sabe, porque esas preguntas, se desligó, “son para el ministro de Hacienda”, al que nadie votó.

En pleno descontento social, en ¿coincidencia? con la conferencia que previamente había dado la Gobernadora (Ver página 2) y a horas de que desembarque en la Argentina la presidenta del FMI, Christine Lagarde, la conferencia de prensa de Macri pareció más bien una puesta en escena para intentar lavar su imagen. Pudo dejar de lado las metáforas y sincerarse, reconocer la crisis, lanzar algo más que su carrera electoral: por ejemplo, la reactivación de la obra pública, la única capaz de multiplicar el empleo en este delicado momento. Anunciar, de una vez por todas, la refundación del país para levantar sus banderas arriadas, para sacarlo de esta tormenta perfecta. Pudo haberlo hecho, pero prefirió negar la Argentina real: porque no la ve, o por simple mitomanía.

Macri, por Macri: de la campaña “trucha” a la deuda eterna

Consultado por el escándalo de los aportantes truchos de Cambiemos durante la campaña 2017, el Presidente se negó a aclarar o condenar el caso: “Ya escuchamos a la Gobernadora”, dijo en referencia a la conferencia previa de su alfil bonaerense (Ver página 2) y agregó: “Siempre rendimos los gastos de campaña”, sin recordar que la Justicia invalidó cada una de las presentaciones de Cambiemos por estar flojas de papeles.

Sobre las paritarias: “Hemos cuidado el salario de los trabajadores, las paritarias siguen siendo libres”, se jactó sin ponerse colorado, como si el Gobierno no hubiera puesto un techo salarial del 15% e incluso menos.

Sobre el ajuste: “El Estado estará limitado por los recursos de cada municipio, provincia y Nación”. Y sobre el endeudamiento que en su gestión creció exponencialmente, no para reactivar la producción, sino para alentar la bicicleta financiera: “Tenemos deudas que vamos a tener que pagar los argentinos, especialmente nuestros hijos y nietos”.

Sobre las retenciones: “No me parecen un impuesto inteligente”, deslizó, pero no aclaró lo que piensa hacer, si se quitarán o, como pide el FMI, continuarán.

Sobre los despidos: “Soy el primero en lamentarme por cada argentino que pueda perder el trabajo” y, en particular sobre la situación en la agencia Télam, justificó: ”Le he pedido a cada funcionario que haga que su repartición funcione como tiene que ser, al servicio de los argentinos. Lo que han decidido las autoridades de Télam es que hay una superpoblación de gente que se realizó en los últimos cuatro años”, sin reparar en que muchos de los echados eran trabajadores de carrera, con hasta 30 años de antigüedad, a punto de jubilarse y por los que el Estado se verá expuesto a un tendal de juicios indemnizatorios. Que pagaremos todos.

Noticias Relacionadas