Sonrientes y distendidos, con la expresión clásica de aquí no ha pasado nada, el Presidente y la Gobernadora se mostraron juntos ayer durante un acto con jubilados en Quilmes
04/08/2018 - 07:20hs
Sonrientes y distendidos, con la expresión clásica de aquí no ha pasado nada, el Presidente y la Gobernadora se mostraron juntos ayer durante un acto con jubilados en Quilmes.
Tras las muertes de la vicedirectora y un auxiliar de la escuela Nº49, de Moreno, no hubo ni una mención al hecho, ni un minuto de silencio, ninguna palabra que pudiera llevar algo de alivio ante la irreparable tragedia.
En cambio, lo que hubo fue la burla premeditada y alevosa hacia los que no pueden defenderse: los abuelos, quienes, junto a los niños, no tienen armas, ni fuerzas, ni medios para enfrentarse a un Presidente. Y eso tiene un solo nombre: infamia.
No se puede anunciar, tan suelto de cuerpo, desde esa Argentina virtual en la que viven el Presidente y la Gobernadora, el otorgamiento de créditos a personas cuyo haber mínimo apenas supera los $8.000, por debajo del salario mínimo de $10.000 y de la canasta básica valuada en más de $20.600. Menos aún, préstamos para pagar servicios indispensables, derechos adquiridos como la luz y el gas, cuyos tarifazos castigan a todos y benefician a unas pocas empresas. Pero, ¡qué hombre bueno y generoso que es!
Quien se mantiene con lo mínimo e indispensable para comer, vive al día, sin proyectos de futuro. Se sabe, de antemano, derrotado, y no arriesga con un crédito. No puede. Esa es la realidad de la gente para la que ayer Macri dio estas “buenas nuevas”, jubilados a los que ya castigó con la reforma previsional, a los que les quitó los medicamentos si osaban cobrar la “fortuna” de $8.500, o si tenían un modesto auto con diez años de antigüedad, o alguna casa.
En la Argentina de Cambiemos, rozar la dignidad es un “lujo” que merece ser castigado.
Recuperar lo que nos afanaron
Los abuelos, como tantos más, no tienen nada comparado con los millones amasados por Sociedades Macri (Socma), ese imperio que manejaba el padre de Macri, sus hermanos y, por supuesto, él, quienes pusieron como presidente del Grupo a Jorge Aguado, el último exgobernador de la dictadura. Socma es el emporio desde el que la familia presidencial multiplicó sus empresas off-shore, sus ganancias espurias; pantalla de negocios non sanctos, que en los años de plomo se hizo fuerte a expensas del Estado y ya en democracia asentó su poderío: durante el gobierno de Cristina Kirchner, que entregó a Socma y a China la explotación de Vaca Muerta; y ni bien asumió Macri, buscó que el Estado -entiéndase, todos nosotros- perdonara una deuda millonaria a otra de sus empresas, el Correo Argentino.
Ayer, bañado de transparencia, el Presidente pidió “poner la verdad sobre la mesa” y se quejó: “Sentimos que hay una minoría que nos toma el pelo. […] Necesitamos recuperar la guita que nos afanaron”.
¿Incluirá eso los millones espurios cosechados gracias a Socma y el Correo, por citar solo algunos de sus negociados? ¿O los más de $85 millones que la Gobernadora habría lavado en las campañas 2015 y 2017?
¿Recuerda el Presidente esos retazos de la historia reciente de nuestro país? Tal vez, alguna píldora, o hurgar en sus bolsillos o cuentas bancarias le sirvan como ayuda memoria.
Quizá entonces, mirándose a él, a la Gobernadora, pueda descubrir en los ojos de los abuelos sus necesidades, tan ajenas a sus comodidades, y hablarles con sinceridad.
La realidad, la única verdad
Mirar la realidad, y entender que un crédito, que encima será a tasas más altas, puede resultar un salvavidas de plomo para haberes de miseria. Para quienes están más allá de la riqueza mal habida, de la Casa Rosada o de esa fantasía televisiva que como opio busca obnubilarnos con unos cuadernos que nadie encuentra.
Mientras, la crisis lastima a miles, o mata. Como le ocurrió a la vicedirectora, al auxiliar que perdieron sus vidas trabajando por la dignidad de chicos sin pan.
Pero de ellos, ni palabra. Casi como un chiste de mal gusto, ante los abuelos, y mirando a la Gobernadora que le sonreía, en mitad de su acto el jefe de Estado propuso que los préstamos anunciados podían servir “para arreglar esa habitación con problemitas o un escape de gas”. Como enajenado ante las muertes que tanto a él como a la Gobernadora les deben parecer que ocurrieron en escuelas de otro país, a miles de kilómetros de distancia de los colegios privados en los que se educan sus hijos.
Su cabeza quizá no comprenda que ellos, como nosotros, también son sus compatriotas. Nuestros compatriotas.