EN FOCO

María Eugenia, por favor, mirá para abajo

Por M.R.CH. V. de B.

María Eugenia, por mi edad y por mi vida puedo tomarme la licencia de tutearte y contarte la realidad que atraviesa la inmensa mayoría de los bonaerenses, la más dramática, la que quizás te resulta difícil de ver ahora que viajás en helicóptero, que vivís custodiada por militares, a casi 100 kilómetros de la capital de la Provincia.

Toda mi vida milité al lado de un hombre brillante como fue mi esposo, Antonio Balcedo, con quien luchamos, equivocados o no, para cambiar la historia del país. 

Primero en la política y luego desde las páginas de este diario, la verdad siempre fue nuestro faro. Por eso, me apena la mentira. Tu mentira. Que ayer, por ejemplo, hayas dicho que los hospitales tienen “insumos y medicamentos todo el año” y que, si faltan, hay que reclamarle a cada director.

Como si los responsables fueran los profesionales de la salud, que vienen de una huelga porque, además de sus miserables salarios, trabajan sin recursos y en nosocomios que se caen a pedazos. En todo caso, ellos son héroes que batallan en un sistema sanitario que recibe poco más del 6% del presupuesto, que salvan vidas aunque las salas se inunden o la luz se corte y los generadores eléctricos no funcionen, como ocurrió recientemente en el Hospital de Niños Sor María Ludovica. Luchadores quijotescos que, pese a la decadencia, hacen guardia en el Melchor Romero, en el Rossi o en el San Martín, cuyo sector de Maternidad padece con cada lluvia, por citar ejemplos cercanos de un déficit sistémico que se replica en los 80 hospitales de bonaerenses.

No, María Eugenia, no son los directores de hospitales los culpables de esta crisis, no es que vos y el Presidente les destinen una lujuria de dinero y ellos, tan perversos, lo malgasten en otros usos que no sean gasas, medicamentos oncológicos o cualquier otro insumo.

Da pena que, tal vez para ayudar a tu jefe político, mientas como él, con ese rostro lozano, tan sonriente, de apariencia ingenua pero decente. Que seas capaz de decir, sin rubor alguno, que el año pasado 20 madres se salvaron de morir, que celebres eso como un logro histórico en una Provincia de 17 millones de habitantes, la mitad de ellas mujeres.

La Plata, la capital de la Provincia que vos no habitás, es, con sus 157 asentamientos, la localidad bonaerense con más barrios precarios. Aquí, desde el centro a la periferia, la miseria se esparce como una mancha de aceite. La pobreza, lejos de reducirse, se acentúa.

También acá, el empleo y las obras brillan por su ausencia. Por eso, cada cielo gris es una amenaza, bastan unas pocas gotas para que la ciudad se inunde y el recuerdo del 2 de abril de 2013 se mantiene como una marca indeleble.

Pero mirás desde arriba, desde tu helicóptero, segura porque vos y tus hijos, que no son mis nietos, viven custodiados. Confiada porque algunas encuestas hablan de tu “buena imagen”, aunque la gente, muchos de tus votantes, ya se sientan estafados. Porque esperaban y esperan algo más que eslóganes, globos y timbreos.

Esperan, por ejemplo, poder volver a confiar en la escuela pública, cuyos establecimientos agonizan y de los que los alumnos salen sin el nivel básico de comprensión de textos. 

O poder tomar la autopista La Plata-Buenos Aires y no correr el riesgo de morir en el intento, con sus baches continuos.

Estos son apenas algunos retazos de la realidad que sucede entre nosotros, más allá de tu realismo mágico, de ese país de las maravillas que parece inventarse Cambiemos. 

Por favor, tratá de torcer el rumbo y cambiá la historia. De lo contrario, se avecina la derrota: la tuya, la nuestra, la de todos aquellos que te eligieron para castigar al kirchnerismo. No traiciones esa esperanza. Que así sea.

El IOMA también existe

Desde que asumió Cambiemos, nada cambió en el IOMA, la obra social de los bonaerenses en la que las auditorías brillan por su ausencia y la corrupción es reina.

Así, por ejemplo, persisten la contratación directa de empresas proveedoras de insumos con sobreprecios y pésima calidad; la ausencia de controles en las prestaciones; demora en la entrega de remedios oncológicos; atraso en los honorarios de los prestadores que redundan en una deficiente atención al afiliado; desvío de fondos que deben ser destinados a los pacientes o afiliaciones truchas. 

Innumerables irregularidades que este diario investigó oportunamente se perpetúan en la actualidad. Porque a los profesionales de carrera, que podrían investigar, se los mantiene con contratos precarios y, ante el mínimo intento de ventilar la corrupción, se los echa. Porque así lo quieren funcionarios y gremios que integran el directorio del Instituto, como UPCN, cuyo titular, Carlos Quintana, acordó una paritaria a la baja del 12%.

Pesa sobre Quintana un amplio prontuario de causas judiciales, muchas de ellas vinculadas a la corrupción en el IOMA y presentadas por el Sindicato Único de Profesionales, Trabajadores y Técnicos del IOMA ( Supttioma). Justamente, el Supttioma reclama la realización de una auditoría y actualmente se encuentra “en estado de alerta” ante “la quita de derechos laborales, en perjuicio del personal contratado”. Apenas otro botón de muestra de la realidad que la Gobernadora parece no ver.