Señor Presidente: por favor escuche

Por Myriam Renée Chávez, viuda de Balcedo

Ayer, más de 400 mil personas congregadas sobre la avenida 9 de Julio de la Capital Federal le gritaron al Presidente Mauricio Macri que escuche, que el 42% de los votos que Cambiemos cosechó en las elecciones legislativas del año pasado no representan en absoluto a la mayoría de los argentinos. Las fotos con ese mar de gente bregando por una misma causa hablan por sí solas: los movimientos gremiales y sociales demostraron que se mueven con una fuerza importantísima, sobre todo en las raíces profundas -más allá de algunos dirigentes- para luchar contra las injusticias económicas, sociales y políticas, tal como hemos publicado en varias páginas de nuestro diario.

Pero los reclamos no se agotan en las voces de los dirigentes que se expresaron ayer, porque esos discursos no son más que ecos de una inmensa mayoría que no tiene voz y que el Gobierno en su totalidad debería escuchar.

Sobre usted, señor Presidente, la Gobernadora de la Provincia de Buenos Aires y el resto de los gobernadores pesa una espada de Damocles que no le cortará la cabeza con la intención de romper el virtuoso sendero de la democracia, sino por la fuerza incontenible de hechos que son caldo de cultivo para la generación de una violencia que, aunque afortunadamente no emergió en la masiva marcha de ayer, se palpa en la bronca contenida de la gente.

No es novedad decir que hay una inmensa mayoría de ciudadanos con necesidades básicas insatisfechas, que hoy el país que fue granero del mundo no puede alimentar como corresponde a todos sus hijos, que hay millones de pobres fuera del sistema, que miles de trabajadores no obtienen siquiera el Salario Mínimo Vital y Móvil, o que el jubilado, aquel que puso el hombro para trabajar y hacer crecer el país, hoy está castigado, con haberes que se encuentran por debajo de la línea de la pobreza.

En esta Argentina, en la que pocos podemos darnos el lujo de elegir qué comer cada día, no podemos ser indiferentes ante lo que ocurre a nuestro alrededor, a la decadencia económica y social de sectores a los que ya se les hace imposible sobrevivir, a la corrupción que continúa enquistada en el Estado, a la droga que se instala en el centro de la Capital Federal, con la peligrosidad que ello implica.  

Como habíamos anticipado, pasó la marcha y hoy los políticos de todo ámbito (nacional, provincial y municipal) parecen perderse en mediciones de fuerza y poderío tras la movilización.  ¿Acaso esa discusión nimia no esconde lo que verdaderamente importa?

Lo grave, lo que debería quitarnos el sueño, es que hoy, salvo algunos privilegiados, la gente sale a cumplir sus obligaciones sin una moneda en el bolsillo. Esos son los que han perdido toda esperanza, los que no tienen voz, los que no hablaron en la 9 de Julio pero sufren en silencio. Por ellos, señor Presidente,  destápese los oídos y escuche. Todavía está a tiempo de recordar lo que dijo el general 

Juan Domingo Perón: “Cuando los pueblos agotan su paciencia, hacen tronar el escarmiento”.

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