EN FOCO

Nunca más

Creímos, con cierta esperanza, que el amanecer de esa nueva Argentina iluminaría a todos con sus oportunidades, su dignidad, la Justicia bien repartida.

Nunca Más, dijimos, gritamos, nos convencimos hace ya casi 35 años. Regreso de la democracia, las heridas todavía no cerradas de la dictadura, los duelos por tantas muertes.

Creímos, con cierta esperanza, que el amanecer de esa nueva Argentina iluminaría a todos con sus oportunidades, su dignidad, la Justicia bien repartida.

Y sin embargo, mal que nos pese, la deuda social, económica, política y judicial, se instala como un quiste: millones, que cada vez son más, sobreviven a la intemperie, lamentan la falta de dinero, de posibilidades, de que su futuro se parezca cada vez más a su peor pasado.

La democracia argentina, su aire de libertad, los políticos que en su nombre gobernaron, no han cumplido con lo que la etimología de este sistema promete: el poder en manos del pueblo.

Porque creímos en eslóganes de campaña, hombres y mujeres que nos convencieron con dos o tres spots, que juraron por la Patria ante las cámaras y, a poco de asumir, fueron cavando la fosa para arrastrar hacia ella a cada vez más argentinos que ya no regresarán al sistema. 

En nombre de la democracia, que venía a cerrar heridas, nuestros políticos fueron abriendo más, echándoles sal: la pobreza, la inseguridad, la inflación, el desempleo, la salud y la educación precarias asolan hoy como nunca antes.

Una pesadilla del pasado

Y entonces, en este presente, cuando nos preguntamos cuál será nuestro futuro, irrumpen como en una pesadilla rostros del pasado: Máximo Kirchner, el hijo de Néstor y Cristina, que el fin de semana encabezó un acto en Ensenada, junto a personajes olvidables como Luis D’Elía y el exministro de Economía, Axel Kicillof.

Nunca Más, hay que gritar también a esa forma perimida de la política, a aquellos que como Néstor, Cristina, Duhalde y Menem tuvieron la posibilidad histórica de rescatar al país de la miseria pero no lo hicieron. 

¿Cómo se explica que habiendo crecido a tasas chinas, con el mundo abierto a recibir nuestras riquezas, el país haya naufragado a la deriva? 

El robo desalmado, la avaricia egoísta del enriquecimiento personal frente a la pobreza de millones, son pecados capitales imperdonables. Torpes, pues los hoteles, las bóvedas y los bolsos con dólares no caben en ningún féretro. Lo supo Néstor, cuyas impudicias la muerte parece haber vengado; y Cristina, condenada por siempre a vivir bajo la sombra de aquellos años.

Unidos por el espanto

La torpeza recae también sobre sus herederos. El reflejo, terrible e igualitario, llega hasta el Gobierno de Mauricio Macri.

¿Qué son sino las fotocopias de los famosos cuadernos de las coimas, que así como ventilan el robo inaudito de los K manchan a empresarios y, entre ellos, familiares del Presidente?

Pues, en esas páginas aparecen los dueños del poder, directivos de grandes empresas  

-Techint, por caso- que manejaron, manejan y manejarán la obra pública.  También, allí, entre quienes nadaron cómodos en el fango de la corrupción kirchnerista, se encuentra el jefe de Estado, con su empresa familiar Socma. Su primo, Ángelo Calcaterra. Su mejor amigo, Nicolás Caputo, integrante de la Cámara de la Construcción, que tiene a su expresidente, Carlos Wagner, como “arrepentido” estrella de la causa. 

Ingenuo, queriendo tapar las penurias económicas de la coyuntura, Macri recurrió a los Servicios para abrir una caja de Pandora sin tapa. Que podría volverle como un bumerán si, por ejemplo, los empresarios revelan sus aportes a la campaña 2015, y desatan otro escándalo como el que hoy tiene en la mira a la Gobernadora.

“Mauricio escupe al cielo si cree que no van a salpicarnos”, reconocen en su propio entorno, admitiendo que no es gratuito tocar el honor de los poderosos. Y es que su suerte ahora está en manos de quienes hoy desfilan por Comodoro Py, y de los Servicios, que se creen con el poder suficiente para determinar quién pierde y quién gana en este juego.

Mientras, la moneda nunca cae de nuestro lado y el daño continúa, por ejemplo, bajo la forma de los tarifazos que benefician a empresas monopólicas como Edelap, Absa, Camuzzi, YPF, nunca investigadas.

Quizá, en otros “cuadernos” se escriban sus nombres y aparezcan ellas también bailando el tango triste de la Argentina: el de la coima.

La salida

Nunca más. A ese país, donde “el que no roba es un gil”. A la democracia de políticos unidos, no por el bien común, sino por el espanto. A seguir nadando en el fondo. 

El fondo es también la oportunidad. Como lo enseña la ley de la física: cuando no se puede ir más abajo, no queda más que subir. Y bucear profundamente en los meses que nos separan de la próxima elección, para buscar entre líderes decentes, jóvenes, sin el lastre del pasado y con la capacidad para cambiar de una vez y para siempre la historia de esta Argentina sufrida. 

Al fin y al cabo, la recuperada democracia, tan castigada, tan corrompida, alumbrará esa nueva oportunidad: con futuro, renovada esperanza, ojalá una salida.