¿Por qué Macri, Vidal y Garro van a perder las elecciones?

Por Myriam Renée Chávez, viuda de Balcedo

Hay momentos en los que debemos mirar de dónde venimos para saber hasta dónde llegamos. Este es uno de ellos.

Si el Presidente, Mauricio Macri, la Gobernadora de la Provincia de Buenos Aires, María Eugenia Vidal, y el intendente, Julio Garro, junto a quienes integran Cambiemos, vencieron a Cristina Fernández de Kirchner fue por el hastío de la sociedad ante la corrupción, la decadencia y el maleficio de aquellos que durante más de una década destruyeron al país. 

El votante, desilusionado, quería un cambio y apostó por quienes se postularon como los garantes de la transparencia. Creyeron y confiaron en ellos. Los eslóganes, los discursos y los globos amarillos se aprovecharon de esa esperanza derruida.

Herido pero no muerto, el soberano buscó una salida, como un caudal de río cuando es obstaculizado pero encuentra su curso al mar. Frente a cada crisis, los argentinos somos como ese río imparable que corre hacia adelante.

Lejos de esa interpretación, los que hoy nos gobiernan pecaron de soberbia y asumieron que habían ganado por su propia esencia.

Pero es hora de que se caigan las máscaras. Lamentablemente, no se corrigió nada de la estructura corrupta sobre la que se cimentó el kirchnerismo, sino que los actuales gobernantes fueron complacientes con ellos por las relaciones de negocios existentes entre Macri, Cristina, el jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, funcionarios como el extitular de la AFIP, Ricardo Echegaray, o el actual ministro de Finanzas, Luis Caputo, por solo nombrar algunos.

La Gobernadora quiere parecerse a “Heidi". Pero ella no representa el interés de la gente, sino que apenas fue la oposición a un personaje nefasto como Aníbal Fernández. Como diría un provinciano, la mandataria bonaerense no pilla agua bendita: más hábil para hablar y sonreír que para hacer, no posó su ojos en la corrupción de dependencias como el Servicio Penitenciario Bonaerense, donde nada cambió tras la triple fuga de fines de 2015. Pero frente a Fernández, Vidal tenía la victoria servida. 

Para evitar el suicidio en masa, los argentinos nos aferramos a un fierro caliente. Pero pasaron dos años y el fierro sigue quemando: los gobernantes incumplieron indebidamente con lo que habían prometido.

Pasó la campaña, ganaron las elecciones y las promesas se desterraron al olvido: el pleno empleo, la tolerancia cero a la pobreza, a la corrupción, al nepotismo y al amiguismo, la reactivación de la economía y la baja inflación no fueron más que viles engaños para la captación del voto.

Como hemos denunciado desde estás páginas, en un suelo rico, donde unos pocos tienen lo que a millones les falta, caminan argentinos hambrientos, sin posibilidades de futuro, sueños ni esperanzas.

Todo en la Argentina continúa por hacerse. Faltan caminos, escuelas, hospitales y, lo más importante, el motor de la rueda virtuosa que nos podría conducir a otra realidad: la creación de empleos genuinos, que nos devuelvan el país que alguna vez fuimos, séptimo en el mundo y quinto en riqueza internacional.

Solo con trabajo se pueden erradicar las prácticas de la vieja y nueva política -de los K antes, de Cambiemos ahora-, de los punteros que utilizan la miseria de la gente para llevarla como ganado adonde sea. En eso andan también las agrupaciones de izquierda que, como demuestra la historia de la humanidad -sin que la Argentina sea la excepción- siempre han sido cómplices y funcionales a la derecha.

¿Cómo se sale de este pantano sin un plan estratégico? ¿Cómo hacer frente a una realidad que golpea los bolsillos, que hambrea, que no da posibilidades de crecimiento intelectual? ¿Se puede caer en la estupidez de pensar que la salida está en los timbreos y el marketing?

Decir que Cambiemos va a perder es decir que son sus propias políticas las mariscales de la derrota, las que fogonean el hartazgo y la bronca, incluso de quienes optaron por esta alianza. 

Porque se presentan como los adalides de la transparencia, pero cada día un funcionario aparece envuelto en un escándalo. A la par, la miseria y el hambre se incrementan. Y esa es, como dijo alguna vez la madre Teresa de Calcuta, la peor corrupción.

Van a perder. Pero no por aquellos a quienes el Gobierno eligió como sus enemigos (Cristina, Hugo Moyano, el movimiento obrero), sino a manos de aquella persona o conjunto de personas que honestamente levante las banderas por las necesidades de los argentinos, que se descarne en sus intereses y cumpla el verdadero mandato de un político: servir al pueblo.

Van a perder porque, aunque cueste decirlo, lo peor no pasó. Y el pueblo va a hacer tronar el escarmiento con la única arma que posee: el voto.