Qué pena, señor Presidente, usted no eligió el bronce

Hasta las 11 de la mañana de ayer había una esperanza de que el Presidente Mauricio Macri diera un giro de 180 grados y modificara el rumbo de su política.

Por Myriam Renée Chávez, viuda de Balcedo

Hasta las 11 de la mañana de ayer había una esperanza de que el Presidente Mauricio Macri diera un giro de 180 grados y modificara el rumbo de su política. 

Desde estas páginas se abrigó ese anhelo. Era, como dijimos, una oportunidad histórica para hacerlo, en la 136º apertura de sesiones ordinarias del Congreso, ante una sociedad sufrida y expectante.

Pero, como desde hace dos años, el jefe de Estado apeló más a las expresiones de deseo que a la realidad y, en cambio, aseguró que “el sueldo le ganó a la inflación”, la que “está bajando” y será “menor” en 2018, pese a que las proyecciones hablan de un piso de 2,5% en los aumentos de precios de febrero, contra un incremento del 1,8% de enero. No obstante, en el país del Presidente “los datos de febrero mostrarán que la Argentina atravesó el bimestre más importante de nuestra historia”.

No hubo mención en su discurso a los jubilados, ni a los 19.000 despidos en el Estado que, según prevén los gremios, ocurrirán durante este año; ni a las alicaídas pymes, economías regionales o a la industria, que en dos años acumula una caída de 66.301 puestos laborales. Sin embargo, proclamó que “la desocupación está bajando y el total de empleados registrados aumentó a 270.000”. Pero la tasa de desocupación terminó 2015 en 6,5%, trepó al 8,5% en 2016 y al 8,7 el año pasado. 

Sin soltar por un segundo su libreto, el primer mandatario aseguró que “tenemos metas para bajar la inflación, para reducir el déficit fiscal”, que ronda el 4% del PBI y vaticinó que “vamos a dejar de endeudarnos. Se van a multiplicar las inversiones”. En ese tren de promesas, habló de “crecimiento invisible”, de querer “reducir la pobreza”, pero omitió decir cómo y de qué manera.

En un texto que se hizo eco de temas candentes como la despenalización del aborto (a la que el propio mandatario se opone), sobraron las palabras y faltaron los números irrefutables de la realidad, cifras que la persona que dirige los destinos del país debería tener a mano, asesorado por un amplio equipo de expertos que entienda en cada una de las disciplinas que componen el vasto territorio argentino.

El Ingeniero Macri debería advertir que no se puede gobernar sin el sentido de la lógica en el cual ha sido formado, ese que desvela a cualquiera con apenas notar cómo la brecha entre quienes tienen todo y quienes no tienen nada se ensancha cada vez más.  

Una nación es mucho más que un territorio y un idioma común: es transformar la Patria en un lugar razonablemente habitable y placentero para  todos. Pero esa meta se hace imposible si las empresas, antes que los políticos, detentan el poder del Estado.

La realidad maquillada por gurúes (Jaime Durán Barba, por caso) puede silenciar las voces de los que no comen y que por eso no pueden pensar, ni defenderse, perdiendo toda esperanza. Pero en silencio, siguen gritando. La hora demanda premura y soluciones para ellos. 

De aquí al final de su mandato, el Presidente tiene al menos dos opciones: elegir el camino de la realidad o continuar con el del relato, empecinado en que “ya pasó lo peor”, en que “vamos en el camino correcto”, apelando a una “agenda del progreso” que obvia los padecimientos de los que no llegan a fin de mes ni satisfacen sus necesidades básicas. De esta decisión depende, ni más ni menos, la buena o mala vida de los argentinos.

Si la inteligencia, el compromiso y el sentido nacional no calan las venas del señor Presidente probablemente estemos en un sendero sinuoso, casi sin retorno, directo al abismo.

¿Por qué el Presidente no eligió el bronce? Porque tuvo la oportunidad histórica de emprender el verdadero cambio, porque pudo ser coherente con lo que dijo ayer nomás: que “hay que temerle a la mentira, al ocultamiento, a no querer enfrentar la realidad”, y, sobre esa base, dar un giro virtuoso. 

Millones de argentinos coinciden en algo con Macri: en que el “crecimiento” del que habló es verdaderamente “invisible”. Sin embargo esperan, porque la esperanza es lo último que pierden. Pero al reloj se le termina la cuerda.