21/12/2013 - 07:02hs
El gobierno k hizo un llamado al “control popular de precios”. El kirchnerismo sigue el modelo del chavismo en Venezuela, amenazando con estatizaciones compulsivas. Inflación extrema y desabastecimiento
La escena, de lo que se viene, podría ser dantesca. Militantes rentados pertenecientes agrupaciones sostenidas con recursos estatales (La Cámpora, Movimiento evita, Kolina, etc), con pecheras del gobierno, recorriendo barrios intentando apretar a los comerciantes para obligarlos a poner el precio de la yerba que sólo puede existir en la imaginación de Cristina Fernández y de sus aplaudidores.
“Bajá el precio, o te rompemos todo”, podría ser la advertencia de estos militantes que, obviamente, no tienen y ni tendrán la más pálida idea del impacto de la inflación y de los costos que afrontan los comerciantes que, en un contexto de marcada incertidumbre económica, intentan sobrevivir.
Ayer, el Gobierno nacional, firmó con las principales cadenas de supermercados e industrias proveedoras un nuevo acuerdo de precios para una canasta de entre 175 y 200 productos (no se dio a conocer que productos abarca), que supuestamente regirá a partir del 1 de enero en todo el país por el plazo de un año y que podrá ser ajustado a la alza o a la baja por estacionalidad. Afirmaron que buscarán extenderlo a la mayor cantidad de comercios posibles.
Las variables de la economía, en un sistema capitalista, no pueden ser encorsetadas con bravuconadas y acuerdos firmados por funcionarios y un par de amigos. De hecho, el control de precios, que se vienen instrumentando desde el gobierno de Néstor Kirchner, fracasó de forma estrepitosa y hasta incentivó las expectativas inflacionarias. La Universidad Di Tella ayer dio a conocer un informe que da cuenta que la inflación esperada por la gente para los próximos doce meses a nivel nacional se ubica, en promedio, en 35,3 por ciento.
Para colmo, en cualquier momento, por la crisis energética y la pelea con Edenor y Edesur (ver página 2), se escuchara de la boca de la presidenta o de algunos de sus funcionarios, la palabra “estatícese”. Emularán así al difunto presidente venezolano Hugo Chávez, cuando en medio de un acto público ordenó la expropiación compulsiva de una empresa extractora de bauxita que era de capitales franceses y norteamericanos. A partir de ese momento, Venezuela se convirtió en tierra prohibida para las inversiones (ver pagina 2). Argentina puede seguir por el mismo camino, lo que agravará la espiral inflacionaria al no haber recursos para reactivar el aparato productivo y aumentar la oferta de bienes y servicios.
Defensa contradictoria
El ministro de Economía, Axel Kicillof, intentó defender la iniciativa controladora asegurando que "el control de precios no sirve" y resaltó que el acuerdo es "voluntario", para luego contradecirse asimismo diciendo que será "controlado" su cumplimiento.
En el mismo acto, el jefe de gabinete, Jorge “El Bocón” Capitanich, también contradijo a Kicilof ya que, luego de vaticinar que algunos valores de mercaderías se van a retrotraer (¿será por arte de magia?), llamó a un "control popular de precios" para que se respete el acuerdo e instó a "todos los argentinos a que cuiden su propio bolsillo". Su discurso fue aplaudido por decenas de militantes rentados con remeras o pecheras azules con letras blancas: "Miramos los precios". La O de "miramos" es una lupa. Se trata de algunos de los comisarios políticos a los que, desde hace tiempo, el gobierno le asignó la función de recorrer y “supervisar los precios”, para escrachar a los comercios que supuestamente no se encuadran en lo que pretende cobrar el gobierno K.
En definitiva, este tipo de métodos grotescos, que hasta hubiesen fracasado en la Edad Media, cuando no existía el sistema capitalista, es el que propone el gobierno para hacer frente a la suba permanente y sistemática de los precios, especialmente en todos lo que constituye la canasta básica de alimentos.
El kirchnerismo tiene un espejo en que reflejarse: el régimen chavista, que desde hace años viene aplicando estos métodos en Venezuela, con resultados nefastos. Luego de una década de controles, el país caribeño tiene el mayor índice de inflación del continente y un nivel de desabastecimiento que, según consultoras privadas, se encuentra por encima del 40%. Por ello, cada mañana se pueden ver largas colas de gente a la espera de conseguir leche, manteca, harina, papel higiénico o agua mineral, que prácticamente se han convertido en bienes suntuarios.
Como si todo esto fuera poco, el presidente Nicolás Maduro, el sucesor del fallecido Hugo Chávez, redobló los controles hace pocos días. Y hasta fijó un mecanismo por el que se ajusta y regula todo el sistema de precios de los bienes y productos de la economía venezolana.
El mandatario venezolano aseguró que "vamos hacia un sistema de fijación de precios justos y máximos de todos los productos, en todos los establecimientos". Esto alcanza al sector textil, calzado, electrodomésticos, vehículos, artículos de cuidado personal y juguetes. Los militares son los encargados de velar por el cumplimiento. Los resultados podrían ser catastróficos para la población.