31/07/2013 - 06:29hs
La clase política en general parece no tener cabal compresión de que la situación económica y social de nuestro país se agudiza jornada tras jornada. A saber:
El empleo público se ha convertido, prácticamente, en la principal fuente de empleo del país. La proliferación de cargos, muchos de ellos asignados a financiar estructura políticas y sostener ñoquis, ha llegado a niveles intolerables que ponen en serio riesgo al Estado mismo. Miles y miles de ñoquis proliferan en todos los niveles del Estado, al punto que si fueran todos los empleados que figuran en reparticiones como la agencia nacional Télam y Aerolíneas Argentinas difícilmente puedan resistir los cimientos del edificio. Se terminó configurando un enorme y hambriento elefante blanco que se alimenta de los impuestos que paga la ciudadanía.
Para sostener este Estado elefantiásico, el gobierno ha saqueado todas las cajas habidas y por haber. Vació el Anses, poniendo en riesgo las jubilaciones, y lo propio hizo con el PAMI, la obra social de los jubilados, y el Banco Central. También retiene indebidamente los fondos del resto de las obras sociales, lo que ha puesto al sistema de salud público y privado al borde de la quiebra.
La presión fiscal lleva a que la pymes, que le dan valor agregado a la economía y generan empleo, estén con la soga al cuello. El Estado se ha convertido en una suerte de socio bobo de las empresas, al punto que se queda con casi el 50% de las ganancias y ofrece servicios cada vez más deficientes.
El esquema impositivo en la Argentina se está volviendo cada vez más regresivo. Así, mientras que los sectores más humildes pagan 21% de IVA cada vez que compran un paquete de fideos y el impuesto a las Ganancias afecta a cada vez a más asalariados, los sectores concentrados de la economía, las empresas monopólicas (muchas de ellas multinacionales como las que llevan adelante la megaminería y el negocio de las tragamonedas) que controlan mercados con poca o nula competencia y tienen una estrecha relación estrecha con la administración K, pagan cifras irrisorias en concepto de impuestos. Aún más escandalosos son los beneficios que tienen los bancos, el sector que más ganó en la era K, que no pagan un solo peso por la renta financiera y ponen cada vez más trabas a la hora de otorgar créditos.
Lejos de atender este complejo panorama, la primera mandataria sigue alimentando el relato fantasioso, hablando de un modelo que, desde hace tiempo, hace agua por todos lados. El absurdo es tal que ayer la presidenta Cristina Fernández, rodeada de los habituales aplaudidores, anunció con bombos y platillos que supuestamente aumentó la producción de alimento balanceado para mascotas, en un país donde hay chicos que todos los días mueren de hambre. Luego recurrió a los mentirosos números del INDEC para decir que bajó el desempleo, algo que no se le cree ni un chico de dos años.
La propia realidad es la que destruye las mentiras del oficialismo. Algunos datos hablan por sí solos, como es el hecho de que acabamos de tener la peor cosecha de Trigo de la historia, producto de las nefastas políticas intervencionistas de la administración K, lo que lleva a que el kilo de pan cueste $20. Lo mismo sucede en prácticamente todas las actividades agropecuarias, como la industria de la carne. Cientos de frigoríficos han cerrado sus puertas, más de 12 mil personas se quedaron sin trabajo y la carne se ha convertido en un producto de lujo para los argentinos.
En medio de este complejo escenario, la presidenta y sus secuaces pusieron todos los cañones en la campaña electoral, a pocos días de los comicios que marcarán a fuego el futuro del gobierno nacional.
Así como en pasadas elecciones los kirchneristas no dudaron en recurrir a las colectoras y las candidaturas testimoniales (trampas que volverán a utilizarse en estos comicios), la principal novedad de las próximas elecciones pasa por la creación de un candidato opositor: Sergio Massa.
En una jugada que parece estar dándoles buenos resultados, el gobierno K hizo jugar al intendente de Tigre, con un perfil de opositor moderado, cuando en realidad es el postulante que mejor le garantiza una salida ordenada –impunidad- a los kirchneristas en 2015. Es más, en caso de haber un resultado que le permita a CFK ver la posibilidad de intenta reformar la Constitución, los massistas tienen todas las fichas de ser los que finalmente terminarán siendo “seducidos” por el gobierno K. No por casualidad, muchos de los que acompañan al exjefe de Gabinete de Cristina, apoyaron sin medias tintas la re reelección de Menem en los años 90.
El kirchnerismo también se sostiene en el apoyo de los gobernadores feudales de las provincias más pobres del interior del país, que tienen reelección indefinida y manejan sus territorios mediante las peores prácticas del clientelismo político que, en muchos casos, se asemejan a la esclavitud que imperó en territorio nacional hasta mediados del siglo XIX.
Se trata de provincias donde, por ejemplo, se están masacrando a las comunidades aborígenes que reclaman por su derecho a la tierra; donde se compran y venden chicos/as, con redes de trata que tienen vía libre; donde existen tasas de analfabetismo y desnutrición solo comprables a lo que se registran en algunas naciones africanas.
Este es el país que nos deja el kirchnerismo, tras una década en el poder. El famoso modelo es sinónimo de atraso, marginalidad y clientelismo. Pero no todo está perdido. Cada uno de los problemas del país tiene soluciones, tal como lo desarrollaremos en las páginas posteriores de esta edición.
El desafió pasa, entonces, por la necesidad de que surja una nueva dirigencia que tenga la clara decisión política de cambiar el rumbo.