Un país sin paz social

Política

23/08/2013 - 06:33hs

Ayer se cumplió un nuevo aniversario de dos hechos muy significativos de nuestra historia: el renunciamiento de Evita a ser candidata a la vicepresidencia a la Nación y la masacre de guerrilleros en Trelew.  Se trata de acontecimientos que representan claramente lo que es nuestro país y lo que pudo haber sido.

“No renuncio a la lucha; renuncio a los honores”, dijo la abandera de los humildes en 1951, en el balcón de la Casa Rosada, acompañada por Juan Perón, mientras la escuchaban millones de trabajadores. 

Evita era una mujer excepcional que con tan solo 32 años estaba cambiando la historia de nuestro país, especialmente a favor de los más desposeídos.  Ella entendió, con una lucidez de la que hoy carece gran parte de la dirigencia argentina, que la mejor forma de seguir con los cambios revolucionarios en materia económica y social que había implementado el gobierno peronista era a partir de la unidad de los sectores nacionales y populares, para lo cual era necesario no agudizar contradicciones internas dentro de su propio movimiento. Fue un gesto de gran hidalguía. Se despojó de ambiciones personales en pos de respaldar la continuidad de una gestión que la tenía como una protagonista central desde sus comienzos.

La actitud de Evita difiere, notablemente, del accionar de un gobierno como el kirchnerista, que pese al contundente mensaje de las urnas en las últimas primarias (que será aún más pronunciado en las elecciones de octubre), está aferrado a un proyecto que está destruyendo los cimientos de la Patria. 

Cristina, al igual que su marido muerto cuando fue presidente, es manejada y responde a intereses antinacionales que buscan que la Argentina sea un país sin soberanía. Esto implica un Estado ausente para combatir la inseguridad, sin generación de trabajo genuino, con una inflación galopante y con recursos naturales en manos de multinacionales como Chevrón, firma con sede en Estados Unidos que -en complicidad con YPF- se prepara para saquear las riquezas hidrocarburíferas que están sin explotar.

Varios de estos intereses se han dado cuenta que CFK, una mandataria cada vez más inestable desde el punto de vista emocional y político, ya no les garantiza la continuidad de sus negocios oscuros. Por eso han empezado a apoyar otras opciones más light, que le garantizarán el mantenimiento del status quo.

En definitiva, se está cumpliendo con el objetivo que tenían muchos de los líderes guerrilleros en los ’70. Ellos respondían a servicios y agencias de inteligencia del extranjero. Y por ello no dudaron en levantar las armas para combatir a gobiernos electos democráticamente por el pueblo, como fue la última presidencia de Juan Domingo Perón.

El primer paso de este sistema siniestro se dio hace 41 años, cuando el país era gobernado por la dictadura de Lanusse. En una operatoria que nunca pudo haberse realizado sin colaboración de los servicios, los principales dirigentes de la época se fugaron del penal de Rawson. Y luego secuestraron un avión que los llevó a Chile, donde gobernaba el socialista Salvador Allende (que un año más tarde fue derrocado por un golpe orquestado por la CIA), que les dio el salvoconducto para irse a Cuba.  Mientras los jefes guerrilleros se escapaban, sus subalternos fueron recapturados y salvajemente fusilados. Es decir, se llevó a cabo el mismo proceso que se puso en práctica a partir de 1976, con jefes guerrilleros que gozaban de plena libertad en el exilio, manteniendo contacto con represores y servicios de inteligencia, mientras jóvenes milicianos, muchos de ellos guiados por un convencimiento ideológico, eran carne de cañón de la represión.

En definitiva, la conducción guerrillera fue absolutamente funcional al quiebre institucional de 1976, que vino acompañado de la puesta en marcha, a sangre y fuego, de la política económica de Martínez de hoz que tiene plena vigencia en el país. Y que convirtió a la Argentina, un país que gozaba de la mayor justicia social del continente, en una nación subdesarrollada, sin soberanía para utilizar sus recursos y con un Estado ausente a la hora de defender los derechos de sus ciudadanos.

Indefensión e inseguridad 

Un país a la deriva, sin proyecto nacional, es caldo de cultivo para que florezcan hechos de inseguridad como los que tuvimos que vivir en las últimas horas, con un jugador postrado en sillas de ruedas (quedó en ese estado por un intento de robo ocurrido en 2009), que fue nuevamente asaltado. Esta vez fue en su propia casa, y hasta fue agredido físicamente por los maleantes que se llevaron el dinero para su tratamiento de rehabilitación.  Ayer, en tanto, en nuestra ciudad, una profesora de educación física fue baleada a quemarropa por delincuentes y salvó su vida de milagro.

Hechos como estos, lamentablemente, se repiten día a día en nuestro país. Y por eso se requieren acciones a corto, mediano y largo plazo. Es necesario que, mientras se apuntan a corregir los problemas de fondo y estructurales, haya un accionar decidido para profesionalizar las fuerzas de seguridad: la militarización que se implementó en Brasil para perseguir a las bandas narcos de las favelas puede ser un camino a seguir. Asimismo, la Justicia debe ponerse los pantalones largos para que los delincuentes que caen presos cumplan toda la condena, sin ningún tipo de privilegio ni medida garantista que les permita entrar a la cárcel por una puerta y salir por otra a los pocos días. Mientras tanto, se puede ir construyendo el camino para volver al camino del desarrollo y del proyecto nacional. Nuestro país cuenta con mucha materia gris, que hoy se encuentra desaprovechada, pero que si es convocada por un proyecto superador rápidamente puede empezar a cambiar la historia. 

De esta manera, quizás, los chicos como lo que ayer fueron retratados en la tapa de nuestro diario, que todos los días duermen a la intemperie junto a perros vagabundos a tan solo 24 kilómetros de la Casa Rosada, puedan tener un futuro mejor. Que así sea.