EN FOCO

¿Vamos camino a ser África?

La bacteria que tiene en vilo a la Argentina, y toca de cerca a La Plata, ya es noticia mundial, por excepcional y fatal.

La bacteria que tiene en vilo a la Argentina, y toca de cerca a La Plata, ya es noticia mundial, por excepcional y fatal. 

“Una bacteria muy común deja varios niños muertos en Argentina”, titulaba ayer la CNN.

Y es que la estreptococo pyogenes, asociada a la angina o la faringitis es benigna y responde a los antibióticos si se atiende a tiempo. Pero ya mató a cinco nenes y un adulto en Misiones, Santa Fe, Río Negro y la Provincia de Buenos Aires.

Ayer, en tanto, se supo que una nena de 5 años permanece en terapia intensiva del Hospital de Niños platense, con un cuadro de angina por estreptococo más Neumonía asociada. Según pudo saber este diario, la menor llegó desde San Miguel del Monte con un “Shock Séptico” y al cierre de esta edición se encontraba estable, con asistencia respiratoria mecánica.

Tal como informó este medio, en apenas 24 horas el Sor María Ludovica recibió más de 450 consultas, el doble de lo habitual, mientras que en nosocomios como el de Gonnet el número de pacientes que llegó a la guardia se triplicó, y algunos tuvieron que esperar más de una hora y media. 

El colapso

Las demoras, en las que se puede ir una vida, son la consecuencia de un sistema sanitario desfinanciado, colapsado y que, en medio de la infección bacteriana en ciernes, nos coloca a las puertas de una epidemia.  

“Seis muertos por una bacteria hacen temer en Argentina una epidemia”, titulaba ayer el influyente diario catalán El Periódico, haciéndose eco de lo que el Gobierno relativiza. “No hay una epidemia”, insistía la ministra de Desarrollo Social, Carolina Stanley, al mando de la ahora Secretaría de Salud.

¿Cuánto falta para que la haya? ¿Qué medios hay para evitarla? ¿Cuántas muertes se necesitan para tomar cartas en el asunto?

La pobreza

Para empezar, veamos el estado de situación: un país con 13 millones de pobres, con capacidad para alimentar a 300 millones pero en el que dos millones pasan hambre (tal el último informe de la FAO), y entre ellos, chicos que desde que nacen se malnutren, con suerte asisten a algún comedor de escuela, donde, pese al esfuerzo de los maestros, la precariedad abunda y la buena alimentación es escasa. Son chicos que crecen, por ejemplo, en alguno de los más de 150 asentamientos que pueblan La Plata, sin cloacas, sin el hábito común del pan diario ni el simple lavado de manos, quedando expuestos a quién sabe cuántas infecciones.

Historias que se repiten

Los padres, desesperados, corren con sus hijos en brazos al hospital público, al único que pueden, que tienen. O creían tener. En todos, la historia se repite: la del hospital San Roque de Gonnet, al que ayer sus trabajadores le dieron un abrazo simbólico ante el recorte en el presupuesto y la ausencia de insumos básicos que limitan la pronta, efectiva y digna atención. Allí, donde falta todo, sobra la precariedad que contamina y contagia.

Es una emergencia que se replica en el Sor María Ludovica, en el San Martín y, más allá de La Plata, en el Posadas, donde una nueva tanda de despidos motivó la renuncia del jefe del servicio y todo su equipo. No toleraron que, entre otros, se echara a profesionales sin reemplazo en distintas especialidades.

Sin armas para el combate

El desfinancimiento se entiende mejor, se refleja mejor ahora, cuando especialistas del Instituto Malbrán advierten que es probable que no puedan analizar la cepa de la bacteria estreptococo, que mató a seis personas, ante la falta de los insumos necesarios para la detección temprana de la enfermedad. 

“Lo tenemos que advertir porque si pasa, no hay ninguna otra institución a nivel nacional que pueda hacer la investigación que corresponde para ver cuál es la cepa que está circulando, cómo se identifica, qué nivel de resistencia a los antibióticos tiene”, alertó el técnico químico Flavio Vergara.

Al Malbrán, encargado de estudiar las enfermedades infectocontagiosas, ayer fueron enviadas las muestras médicas de los hisopados que se realizaron en los últimos días y allí se realizan los análisis. Pero tras la devaluación, los insumos importados se dispararon y escasean.

“Si no hay posibilidades de que hagamos compras al exterior, si el presupuesto no se va aumentar y se va a recortar como se está planteando para el 2019, de la mano del FMI, nosotros vamos a entrar en una parálisis funcional”, advirtió Vergara.

Son solo ejemplos del colapso. El sistema público cuenta cada vez con menos medicamentos, insumos (ayer nomás, en la ciudad se denunció el faltante de vacunas contra la varicela y la meningitis) y profesionales para dar respuesta. Los hospitales estatales, lo único que les queda a quienes no pueden pagar una prepaga, se abarrotan por el temor a una bacteria que mató en Misiones, en Santa Fe, en Río Negro, en Buenos Aires y que podría configurarse en una pandemia. Las condiciones están dadas. Se potencian por la única y lamentable política de Estado argentina: la miseria, ese flagelo que si no detenemos a tiempo nos llevará camino a África, donde el hambre avanza como una plaga asesina.   

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