Preso por poseer dosis de LSD con esvástica nazi
20/01/2017 - 02:00hs
Una docente fue sorprendida por dos cacos cuando entraba a su casa junto con su hermana. Un menor de edad la arrastró por el piso y le dio una feroz golpiza. Se quiere ir del país
Cerca de las 20 del miércoles, María Cecilia había ido a comprar unas verduras con su hermana para preparar la cena. Acababa de volver en micro de un camping, donde había pasado la tarde en la pileta. En el camino, también entraron en un almacén. Ambas tenían las manos repletas de bolsas. Cuando se preparaban para entrar en su casa de 8 entre 515 y 516, Cecilia escuchó el ruido de una moto y entonces temió lo peor.
“Nos quedamos paralizadas porque un chico, que era menor, se nos tiró casi encima y empezó a decirnos que les diéramos las carteras. Yo me resistí, hasta que le vi un revólver en su bolsillo derecho. No nos dio tiempo a nada, empecé a gritar y ningún vecino salió. Me arrastró de los pelos por el piso, me dejó las rodillas ensangrentadas y los brazos con moretones. Todavía estoy en una crisis nerviosa y con miedo de salir de mi casa”, dijo la mujer, que se desempeña como docente y tiene 50 años.
El asaltante no estaba solo: lo acompañaba otra persona con el rodado en marcha para escapar rápidamente. “Ese delincuente parecía mayor y nunca bajó del vehículo. El menor me robó mi cartera y la de mi hermana. Tenía dos mil pesos para el resto del mes, documentación y un celular con recuerdos preciados. Eso es lo que más me dolió que se llevaran”, siguió relatando la víctima, quien luego hizo la exposición en la comisaría Sexta.
“Estuve en shock esperando que me tomaran la denuncia. No puede ser que las comisarías no estén preparadas para asistir a la gente. Nadie se preocupó por ayudarme. En mi caso, tengo ataques de pánico y me asusté mucho con el robo. A mi hermana le pusieron un arma en el cuello. Y del impulso los corrí cuando se escaparon, estaba con bronca por lo que me llevaron”, se quejó.
Unos días antes del hecho, recordó que una vecina le había dicho que caminara con precaución cuando saliera de su vivienda, porque era “zona liberada”. Se enteró, además, de unos ilícitos a otros frentistas. “No quiero pensar en venganza. Soy docente y entiendo que los chicos están pasando un momento difícil. Pero también necesitamos seguridad. Y que los vecinos salgan a asistir a la gente, porque todos tienen miedo y no se meten, aunque estén golpeando a alguien”.
Hasta el cierre de esta edición, los cacos eran buscados por agentes. “Voy a poner rejas en las puertas, me quiero jubilar y salir del país. Después de esto que me pasó, me quiero ir. No puedo pensar en otra cosa luego de lo que viví. Mi hermana está igual. La sensación es que nos matan como perros y a nadie le importa nada”, concluyó.