La Scaloneta se enfrentará mañana a Chile en el imponente estadio de Nueva Jersey, escenario donde la Pulga brilló con un triplete contra la Verdeamarela en 2012 y también el conjunto nacional cayó en el mano a mano por el título
de la Copa América en 2016.
Entre 2015 y 2016, Chile fue un dolor de cabeza para la Argentina. La Roja le ganó a la Selección dos finales consecutivas de Copa América, ambas por penales. Y si bien en fase de grupos la cuestión no es a todo o nada, es inevitable caer en el recuerdo del último encuentro decisivo por una razón simbólica y extraordinaria: el duelo mañana se disputará en el MetLife Stadium, el mismo donde la Argentina de Tata Martino sucumbió ante los chilenos en la Copa América Centenario de 2016.
¿Qué protagonistas repetidos de aquella noche habrá esta vez sobre el cuestionado césped del MetLife? Chile tiene varios: Claudio Bravo, Mauricio Isla, Eric Pulgar, Alexis Sánchez y Eduardo Vargas. Por Argentina, los tres viejitos: Messi, Di María y Otamendi.
Aquella infausta noche del 26 de junio, Lionel Messi quedó desbordado y con los ojos inyectados en lágrimas. “No va más”, dijo, con un dolor profundizado por haber errado ¡él! el primer penal de la serie definitoria. “La Selección no es para mí”, expresó, y desató el cisma en los fanáticos de la Albiceleste. “He decidido terminar todo aquí”, agregó. El asombro logró superar la tristeza por la derrota. Hoy es impensado y da la sensación de que aquella crisis quedó en una niebla de la historia. Sin embargo, ocurrió, y simbolizó el hartazgo general por tres frustraciones consecutivas, comenzando por el Mundial de Brasil en 2014.
Era otro Messi, era otra Argentina y era otro sentir de los fanáticos. Aquel Messi tenso dista del actual, que sin perder la ambición y la naturaleza competitiva tiene en el rostro el rictus del disfrute. Se lo vio en Atlanta, cuando salió a la cancha para enfrentarse con Canadá.
¿Qué pasó en el medio? La Scaloneta. Un grupo de enorme temple que se juró forjarle alegrías al ídolo. Pasaron los tres títulos. Por eso, que Argentina y Chile vuelvan a encontrarse en Nueva Jersey casi ocho años después genera el morbo del recuerdo de una noche dolorosa. Solo eso. Este Messi es otro, ganador, seguro de sí mismo y de su lugar en la Selección Argentina. Y dueño del cetro que le confirió la historia, algo tarde para el gusto del futbolero de ley.