Agenda cultural
30/06/2017 - 01:16hs
Rodrigo de la Serna y Pompeyo Audivert son los encargados de llevar adelante esta adaptación de la novela que retrata a Juan Manuel de Rosas en su etapa final
Don Juan Manuel de Rosas, despierta pasiones encontradas. La figura del llamado “Restaurador”, la que muchos conocimos durante la etapa de formación educativa, fue una de las más importantes de la historia argentina: gobernó el país desde Buenos Aires durante dos períodos y fue protagonista de batallas militares internas y contra potencias mundiales como Francia e Inglaterra.
Andrés Rivera retoma la figura de Rosas en la novela titulada El farmer, cuya adaptación en las tablas llegará este sábado (a las 21, en el teatro Coliseo Podestá) de la mano de Rodrigo de la Serna y Pompeyo Audivert. Los actores interpretarán al emblemático personaje en dos momentos de su vida: el de los años de ejercicio de su pleno poder, y el de la vejez y el exilio.
En diálogo exclusivo con diario Hoy, De la Serna y Audivert reflexionan sobre la adaptación que hacen de la obra de Rivera, que relata los últimos años de Rosas en la fría Southampton, en Inglaterra.
—¿Cómo es para vos interpretar a Juan Manuel de Rosas, una figura
histórica tan controvertida para muchos?
Rodrigo:—Para mí fue polémico lo que hicieron con él en el curso de la historia. Un tipo que defendió la soberanía nacional como nadie, declarado como traidor a la patria. Para mí eso es lo polémico. El diputado Nicolás Albarello decía: “Hay que enseñar a odiar a Rosas en las escuelas, si no quedará como el argentino más grande de todos los tiempos”. San Martín le lega su sable y reconoce que la gran epopeya argentina fue la vuelta de Obligado y no el cruce de los Andes. Además, le ofrece sus servicios militares para combatir a Inglaterra y a Francia… En fin, la polémica está en la figura de Rosas.
Si hay algo que criticarle es que fue un autócrata que concentró el poder durante 20 años con mano muy firme... pero bueno, polémico es todo. Por eso en esta adaptación hay algo que va más allá de lo político y lo histórico y es que tiene una poética y desata situaciones metafísicas que van más allá. Es una obra que habla de nuestra identidad.
—¿Cómo desarrollaron toda esta propuesta?
R:—Primero agarramos la novela y advertimos que es casi un monólogo de este hombre en el destierro. Él termina en un país que odia, en Inglaterra, con nieve, frío y mucho resentimiento. Ahí es donde sitúa Rivera a Rosas. Era mucha literatura para un solo actor y por eso decidimos repartirlo en dos: por un lado, en ese cuerpo terrenal, en ese anciano que está muriendo, y por otro, su costado espiritual que sigue operando clandestinamente en la historia política de nuestro país.
Me convocó mucho Rivera, Rosas y mi compañero Pompeyo Audivert quien ha hecho mucho por el teatro argentino en estas últimas décadas y que es un monumento al actor. ¿Cómo decirle que no a todo eso?
Pompeyo:—La idea disparadora de esta pieza fue esta cuestión de separar a Rosas en dos cuerpos. Al dividir la densidad del texto en dos intérpretes se organizó la dinámica teatral que permitió otro tipo de interacción con este otro Rosas viejo que encarno yo. Fue muy placentero trabajar con Rodrigo porque tenemos ideas muy parecidas en cuanto al teatro. Él es un actor sobrenatural. Es un compañero muy generoso y tiene una asociación poética vinculada a la teatralidad.
—En ese sentido, ¿qué opinan sobre la escena teatral actual?
P:—Creo que el lugar en donde estamos, al margen de otras ciudades capitales del mundo, tiene una gran teatralidad. Tenemos una herencia histórica que opera en nuestra teatralidad, desde lo marginal, desde lo independiente. En ese sentido, toda nuestra historia política ha operado como un gran influjo para el desarrollo de la actividad del teatro y eso derivó mucho en los otros tipos de teatros, en el cine y la televisión.