Daniel García Cueto, Gustavo Di Luca y Juan Mancowski formaron parte de la última batalla de la Guerra de Malvinas, que terminó el 14 de junio de 1982. Ahora, junto al hijo de uno de los excombatientes, se reunieron en el Parque Cívico de Berisso y repasaron la gesta del Atlántico Sur.
El 14 de junio de 1982, hace 38 años, Benjamín Menéndez firmó el cese del fuego y fijó las pautas para ponerle punto final a la Guerra de Malvinas.Para muchos fue “la rendición”. Para otros fue el comienzo de una nueva era en Argentina.
Ayer, en el Parque Cívico de Berisso, en donde prevalece el Monumento a los Caídos que realizó el Rotary Club, parte de los cuatro excombatientes que terminaron conformando la Agrupación Solidaria Argentina se reunieron con el diario Hoy para concluir en un mensaje: “No existe rendición que pueda apagar ningún sueño”.
Daniel García Cueto, Juan Carlos Mancowski y Gustavo Di Luca son tres de los sobrevivientes de la Guerra de Malvinas y, junto a otro soldado de la región, formaron este grupo solidario.
Volvieron de la guerra en 1982, trabajaron en YPF hasta mediados de los 90 y ahora tienen un cargo ad honorem en la Municipalidad de Berisso.
“Me ofrecieron una dirección, y el único requisito que puse fue no cobrar ni un peso”, explicó García Cueto, el presidente de la agrupación compuesta por excombatientes, que, entre otras cosas, les sirven chocolate caliente todos los viernes a los chicos de Berisso y suelen armar sillas de ruedas para las personas que no tienen recursos para pagarlas.
“Lo que vivís en la guerra te sirve para toda la vida. Yo les cocinaba a 200 personas sin gas ni ollas limpias. Pero comían todos”, comentó Gustavo Di Luca, quien concurrió al encuentro con su hijo de 26 años.
Di Luca nació en la Isla Paulino, por lo que estaba acostumbrado al frío en el invierno, cerca del río o en el medio del monte, cuando le tocó ir al Atlántico Sur.
“Yo venía curtido desde la infancia. Crecí en el medio del monte. En Isla Paulino, al lado del río, las temperaturas son parecidas en las noches de invierno a las de las Malvinas. Además, aprendí a despostar de chico porque mi papá era carnicero. Por eso en la guerra me pusieron como el cocinero de la compañía”, contó.
“Lo de la de noche del 13 fue terrible por la cantidad de fuego cruzado en la última batalla. Lo que pasó el 14 de junio fue triste, porque cuando fui a entregar el fusil vi cómo los ingleses bajaban la bandera argentina para subir la bandera inglesa”, contó Di Luca.
“Yo no creo en la palabra rendición. Los sueños nunca se rinden. Y nosotros con lo que hacemos seguimos soñando con que todo puede estar mejor”, completó casi emocionado García Cueto.
Hoy, 38 años después del final de la guerra y a confesión de partes, está claro que no hay rendición para los sueños.