Iniciaron las obras en Romero y se anunciaron mejoras en San Lorenzo
El intendente de La Plata, Julio Alak, encabezó el inicio de los trabajos de pavimentación en 168 entre 521 y 524.
A lo largo de los siglos el sentimiento más fuerte de unión entre los seres humanos ha ido mudando sus características.
06/05/2025 - 00:00hs
Por más increíble que parezca, hay vastos manuales que indagan en las formas de relacionarse que tenían los primeros homo sapiens, e incluso mucho más atrás aun. El antropólogo francés Lévi-Strauss ha estudiado que los gibones (primate hominoideo) de las selvas de Siam vivían en familias monogámicas relativamente estables; sin embargo, las relaciones sexuales se presentaban sin discriminación alguna entre miembros del mismo grupo familiar o con individuos que pertenecen a otros grupos. Lévi-Strauss concluía que había proporcionado “el criterio más válido para reconocer las actitudes sociales: la presencia o la ausencia de la regla en los comportamientos sustraídos a las determinaciones instintivas”.
Durante siglos la pareja legalizada y vitalicia había sido la forma hegemónica de relación y reproducción de las personas: no casarse, en esa lógica, era un fracaso existencial, haber fallado. Pero tener sexo con alguien sin haberse casado también era una infracción a muy variadas reglas o directamente un “pecado”. Las matrices comenzaron a variar según los países y sus ideologías: en el siglo actual, la mayoría de los países no musulmanes ya registraba menos de la mitad de casamientos que medio siglo antes. La tendencia tenía distintos matices en cada cultura, pero en todas las unía una causa: que el matrimonio ya no era visto como la única forma de compartir la vida.
La mitología griega tiene, por su parte, su propia historia del origen del amor, lo que no es menor ya que el desarrollo de la sociedad occidental se da a partir de los pensadores griegos antiguos. En esa cosmogonía, se describe que la Tierra fue plana, sus nubes eran de fuego y las montañas alcanzaban al cielo. En ese entonces, la especie que nos representaría hoy sería el «andrógino», cuyo mito lo narra Aristófanes en el Banquete de Platón. Estos seres que compartían genitales, cabeza y tenían dos pares de piernas y dos pares de brazos tenían tanta fuerza que preocupaban a los dioses, entonces Zeus decidió separarlos con un rayo. A consecuencia de ello, dice Aristófanes que “estas dos mitades se buscan siempre”; es decir, el amor para la Grecia antigua era pensada como la búsqueda del otro, el deseo (eros) de ese encuentro para completarse.
Lo cierto es que la modernidad trajo un cambio paradigmático en cuanto al amor romántico y a la sexualidad. Tras tantas revoluciones sucedidas entre los siglos XVI y XVIII, resulta imposible que no se alteren las prácticas amorosas y sexuales. La monogamia seguía siendo hegemónica, pero las prioridades cambiaron: del sistema feudal se pasó al sistema de clases, y para poder el sostenimiento económico se volvió necesaria una unión que mantuviera al matrimonio por encima de la legalidad. Además, tras la Revolución Industrial, surgió el Romanticismo, que encarnó a los elementos dionisíacos (la desmesura, los instintos, la pasión) que describe Nietzsche en El origen de la tragedia.
La Revolución Francesa puso sobre la mesa la idea de la libertad y, de repente, la gente se empezó a casar por elección. El número de matrimonios se acrecentó a lo largo de toda Europa tras la posibilidad de casarse por decisión propia, dando lugar al amor romántico que se echaría a rodar en las novelas de caballería. Así el amor romántico se volvió aspirable, pues traía consigo la felicidad de no tener que cometer adulterio. De esta forma, tuvo su origen la primera Revolución Sexual.
Actualmente, las familias se reformularon: los niños siguecriándose con sus madres o padres más o menos naturales, pero esos padres se mezclan mucho más. En ese sentido, como afirma Erich Fromm en El arte de amar: “El amor como satisfacción sexual recíproca, y el amor como «trabajo en equipo» y como un refugio de la soledad, constituyen las dos formas «normales» de la desintegración del amor en la sociedad occidental contemporánea, de la patología del amor socialmente determinado”.