cultura
La concertista que inventó una manera de tocar el piano
Blanca Selva es una artista que fue musa de Isaac Albéniz e inventó un método de enseñanza que se volvió clásico.
Fue una figura notable y polifacética: intérprete, pedagoga, editora, compositora y teórica, en una época y contexto muy trascendentales para la historia del piano. Apenas es conocida en comparación con otras personalidades de su tiempo, existiendo muy pocos estudios sobre ella en general. Lo cierto es que la historia de Selva, al igual que el de otros muchos autores, se vio afectado históricamente por varios factores que han contribuido a dificultar el acceso a su contenido: la pérdida de documentos a causa de las guerras, la difusión de un trabajo en base a su popularidad y la traducción de este a otros idiomas, entre otros.
Blanca comenzó a tocar el piano a los cuatro años. En sus inicios lo hizo de la mano de profesores privados y luego, en 1893 ingresó en el Conservatorio Nacional de Música de Sophie Chéné. En su primer año de conservatorio ya había conseguido su primera medalla. Uno de sus principales profesores en este conservatorio fue A. Duvernoy, quien era conocido especialmente por sus composiciones y ejercicios para pianistas principiantes. No obstante, Blanca abandonó este conservatorio en 1896 debido a que la familia se mudaba por el trabajo del padre.
En 1897, su familia se instaló en Ginebra y Blanca ofreció su primer concierto público. Al poco tiempo dio un recital en Montreux, donde también comenzó a dar clases de piano. A sus 16 años de edad, conoció a Vincent d’Indy, con quien estudió composición. D’Indy creía enormemente en sus posibilidades y la nombró profesora de piano en la Schola Cantorum de París, ciudad donde residió casi veinte años. Además, le confió el estreno y la interpretación de muchas de sus obras.
Gracias a su estrecha relación pianística con D’Indy, conoció y asistió a reuniones con importantes músicos como Albert Roussel, Isaac Albéniz, Paul Dukas, Pierre Lalo, Octave Maus, Canteloube y otras célebres personalidades. A través de estos encuentros, Albéniz se acercó más a Blanca y le pidió no sólo que estrenara obras suyas, sino que realizara una revisión de su Suite Iberia. Blanca dominaba tan bien la técnica necesaria para tocar las obras de Albéniz, que no sólo estrenó la “Suite Iberia” en Francia, sino que el compositor llegó a dedicarle el segundo cuaderno con las tres piezas que completan la Suite. Y de nuevo, Blanca las estrenó, en septiembre de 1907.
Durante esos mismos años, Blanca también interpretó en importantes conciertos las Variaciones Goldberg de Bach. Además fue la primera en interpretar la integral para teclado de Bach. Sus anotaciones y explicaciones sobre cómo tocar la obra de Bach aún siguen estudiándose a día de hoy en los principales conservatorios y se consideran de las más válidas a nivel mundial.
Su vida como concertista la compaginó en todo momento con su puesto de profesora de piano. Primero en el Conservatorio de Estrasburgo, luego el de Praga y también en la Escuela de París. Además, fundó su propia escuela para formar a profesores que se diplomaron siguiendo su propio método de pedagogía del piano. En los siguientes años, estos profesores ocuparon puestos importantes en escuelas y conservatorios de toda Francia.
En 1924 se mudó a Barcelona, donde también fundó su propia escuela. Aquí también creó un reconocido dúo con el violinista catalán Massiá. Sus conciertos llenaban aforo en todas las ciudades a las que iban, hasta que en 1930, una parálisis terminó con su carrera de intérprete y concertista. Sin embargo, su carrera de docente continuó aún con más fuerza y más éxito.
Con la guerra civil, abandonó Barcelona en 1936 y se trasladó a los alpes franceses. Por desgracia, sus últimos años los pasó muy enferma en un centro de monjas de Puy de Döme, en el que murió en 1942, en situación de indigencia, olvido y soledad. A día de hoy su tumba se encuentra en el cementerio de Saint-Saturnin y se reconoce por tener escritas las palabras Bondad, Belleza, Verdad.