¿Dónde está el paraíso?
La teología y la literatura han hecho muchos intentos de precisar el lugar donde se encuentra ese más allá donde se recompensará a los justos.
culturaLa teología y la literatura han hecho muchos intentos de precisar el lugar donde se encuentra ese más allá donde se recompensará a los justos.
23/01/2025 - 00:00hs
San Agustín decía que el paraíso está donde hay felicidad. El común de los mortales siente que la felicidad, siempre tan fugaz e inesperada, es una suerte de anticipo de eso que, para decirlo en términos bíblicos, llamamos paraíso.
En Diario de Adán y Eva, Mark Twain le hace decir a Adán que el paraíso estaba donde estaba Eva, aunque teológicamente Eva haya sido la responsable de la Caída por dejarse engañar por la serpiente. El paraíso del que fue expulsada la primera pareja de la tierra, según algunos exégetas bíblicos, se encontraría entre los ríos Tigris y Eufrates, tal vez en el actual Irán. La Biblia afirma que el lugar mide “dos mil doscientos kilómetros de largo, de ancho y de alto”.
En La Divina Comedia, Dante llama Empíreo al Paraíso, y dice que allí “lo remoto no es menos nítido que lo que está muy cerca”. Curiosamente el protagonista de ese libro clásico siente tristeza en el paraíso porque en él, ve perderse a su amada Beatriz quien le dedica una sonrisa de despedida antes de ascender en los cielos hacia la rosa eterna.
Para los antiguos griegos el Paraíso estaba en la tierra. Nada resume mejor esa concepción que la respuesta que en La Odisea, Aquiles da a Ulises: “No te quejes de la muerte, Aquiles, ningún hombre ha sido más afortunado que tú, ni lo será jamás; antes de tu muerte te honrábamos como a un dios; y ahora, en este lugar, eres el señor de los muertos”. Aquiles responde: “Preferiría haber permanecido en la superficie, y ser el sirviente del más pobre de los trabajadores, que ser el rey de estas sombras”.
En Hojas rojas, un cuento de William Faulkner, el jefe indio Issetibbeha debe ser enterrado con su perro, su caballo y su esclavo negro. El único problema es que el esclavo está vivo y no le hace demasiado gracia ser enterrado antes de tiempo, por eso decide escapar. Durante tres días los indios recorren la zona, protestando por la falta de sentido del honor de los africanos, mientras todos los invitados al funeral esperan impacientes y el cadáver del jefe se pudre sobre la tierra.
Para los egipcios, la calidad de la vida en las Tierras de occidente –adonde viajan los muertos- está determinada por el modo en que son preservadas las momias que quedan en la tierra. Los faraones, los miembros de la casta sacerdotal podían costearse una momia de lujo, y por lo tanto garantizarse mejores condiciones de vida en la ultratumba. Inmortalidad burocrática llamó William Burroughs a los ritos que deben cumplirse en vista a la vida ultraterrana. En su novela El lugar de los caminos muertos, narra los sufrimientos de G.I. Horus, un egipcio muerto a quien en vida su patrimonio apenas alcanzó para costearse una momia de las más baratas, y por esa causa fue demorado interminablemente en un sitio olvidado en la frontera de la Tierra de Occidente.
El Corán tiene su propia descripción del paraíso. Según el libro sagrado del Islam, el cielo prometido es un prado lleno de árboles, río, leche, miel y vino. Los varones disfrutan allí de la compañía de las huríes, hermosas vírgenes creadas para acompañarlos. La Yanna consta de siete niveles y el más elevado es el séptimo, donde moran los profetas y los mártires.
La literatura argentina no fue ajena al mito del Paraíso. Jorge Luis Borges lo imaginaba con la forma de una biblioteca; en tanto Abelardo Castillo, en su última novela, El Evangelio según Van Hutten, afirma: “Fuera o no una manzana, la fruta del árbol del Paraíso corrompió a la creación. Con la primera pregunta que se formó en la cabeza simiesca de un protohomínido que buscaba en cuatro patas caracoles o raíces o un dios, apareció sobre la Tierra el desorden, lo imprevisto y ya para siempre irremediable…El Paraíso no era un jardín perdido en algún lugar de la Tierra, sino la Tierra entera y, aunque habitemos en ella, es de la Tierra que fuimos expulsados”.