El arte y la soledad
Los grandes creadores alcanzaron esa categoría por abordar de lleno los temas esenciales de la vida humana. El cine ha dado muchas muestras al respecto.
culturaLos grandes creadores alcanzaron esa categoría por abordar de lleno los temas esenciales de la vida humana. El cine ha dado muchas muestras al respecto.
21/11/2023 - 00:05hs
El poeta español Federico García Lorca afirmaba que la soledad era la gran talladora del espíritu. En la búsqueda de su impenetrable definición, centenares de ficciones intentaron plasmarla en su expresión más cruda y verdadera. En 1993, se estrenó un film dirigido por Richard Attenborough, sobre guión de William Nicholson, con Anthony Hopkins y Debra Winger titulado Tierra de sombras. Allí se narra la vida de un profesor estructurado y distante, que se ve alterada por la aparición de un amor tardío, que deja al descubierto la hondura de su corazón y el sufrimiento que está dispuesto a pagar. En una de sus célebres escenas, un estudiante dice que leemos para saber que no estamos solos. El profesor lo corrige: amamos para saber que no estamos solos. La soledad es un fantasma presente hasta el final de nuestros días, Woody Allen dijo: “La vida está llena de soledad, miseria, sufrimiento, tristeza, y, sin embargo, se acaba demasiado deprisa”.
Durante un paseo por el campo, el profesor enamorado de una mujer agonizante confiesa su dicha efímera y ella le responde: “La felicidad de hoy anticipa el dolor de mañana”. Según Osvaldo Soriano, Tierra de sombras habla de Dios y el alivio que nos ofrece la fe para insinuar que no hay tal. Que Dios es el sufrimiento mismo y no el consuelo. Y que durante siglos el Creador jugó a ser imprevisible, fuente de amor y verdad, y juez supremo; y que desde que lo inventaron, los hombres han tratado de explicarse para qué sirve.
En Bleu, el film dirigido por Krzystof Kieslowski y protagonizado por Juliette Binoche, la protagonista intenta ocultar lo evidente bajo una máscara de fortaleza e indiferencia, hasta que algo se rompe. El propio director llegó a plantear a propósito de la mayor virtud de su obra: “Bleu trata sobre la libertad, sobre las imperfecciones de la libertad humana. ¿Hasta qué punto somos realmente libres? Pese a toda su tragedia y su drama, es difícil imaginar una situación más lujosa que la de Julie. Es completamente libre al principio porque se mueren su esposo e hija; pierde a su familia y a todas sus obligaciones. Tiene medios de sobra, posee muchísimo dinero y no tiene ninguna responsabilidad. Ya no tiene que hacer nada. Y aquí surge la siguiente pregunta: ¿es realmente libre una persona en esa situación?”.
En La edad de la inocencia, dirigida por Martin Scorsese, el hombre que acepta una vida prejuiciosa y previsible se hunde en las contradicciones de una clase incapaz de dar a la soledad otra respuesta que el orden cerrado y la complacencia hedonista. Corre el año 1857 y nos situamos en Nueva York: un caballero de la alta sociedad neoyorquina está prometido con May Welland, una joven de su misma clase social. Pero sus sentimientos cambian cuando conoce a la poco convencional prima de May, la condesa Olenska. Desde el principio, defenderá la difícil posición de la condesa, cuya separación de un marido autoritario la ha convertido en una especie de proscrita dentro de su propia clase social.
En Lo que queda del día, el film protagonizado por Anthony Hopkins y Emma Thompson que se convirtió en una verdadera joya del cine, la autoridad de mister Stevens es proporcional a la negación de sus sentimientos. El dolor, la alegría, la humillación, resbalan en su alma como gotas de rocío. Todo pasa pero permanece la soledad. Según Baruch Spinoza, en su ética, el control de los sentimientos es la mayor virtud del alma: “A la impotencia humana para gobernar y reprimir los afectos la llamo servidumbre; porque el hombre sometido a los afectos no depende de él sino de la fortuna”.
En sus diarios, el narrador John Cheever apunta en 1979: “Puedo saborear la soledad. La silla que ocupo, el cuarto, la casa, a todo le falta sustancia […] Creo que la soledad no es un absoluto, pero su sabor es el más fuerte”. El mismo libro comienza con una bellísima y terrible reflexión: “En la madurez hay misterio, hay confusión. Lo que más hallo en este momento es una suerte de soledad. La belleza misma del mundo parece derrumbarse, si, incluso el amor”.