En una cueva de las inmediaciones de Madrid, se encontró una “sala de trofeos” con alrededor de 30 cráneos de grandes herbívoros depositados durante generaciones por estos homínidos.
En un lugar actualmente conocido como Pinilla del Valle, ubicado en las inmediaciones de Madrid, un equipo de investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) realizó un hallazgo extraordinario: una larga galería con un total de 35 cráneos de grandes herbívoros, todos con cuernos o astas, depositados hace unos 40.000 años y acaso durante generaciones. Los científicos creen que fueron utilizados como trofeos, lo que demostraría, por primera vez de forma irrefutable, que estos homínidos tenían capacidad simbólica. Una muestra de inteligencia hasta ahora en discusión para esta especie, y que tradicionalmente se ha atribuido en exclusiva a los sapiens.
La investigación, que comenzó hace 14 años, indica que los cráneos fueron seleccionados a propósito por los neandertales. Todos pertenecen a animales adultos con cuernos: 30 bisontes o uros, tres ciervos y dos rinocerontes. “No hay ciervas ni caballos, que son muy abundantes en otros yacimientos”, dijo el paleoantropólogo Juan Luis Arsuaga, coautor del estudio. Y agregó: “Los transportaron desde muy lejos, están colocados cuidadosamente en posición horizontal y protegidos por un cúmulo de piedras. Algunos fueron modificados con un percutor o dejados sobre las cenizas de un pequeño fuego”.
Otro de los aspectos que refuerza la idea del santuario es que allí no se ha encontrado ningún rastro de vida cotidiana. Las actividades de sustento las practicaban a unos cien metros de la cueva, en el yacimiento llamado Abrigo de Navalmaíllo, donde el grupo -quizás unos veinte adultos y otros tantos niños- dormía, descuartizaba a los animales, asaba la carne en grandes hogares, preparaba las pieles o tallaba las herramientas.
“Cazar un bisonte o un uro de 500 a 1.000 kilos no era algo que hicieran todos los días —dijo Arsuaga—.Era excepcional, un acontecimiento. Entrañaba mucho riesgo y dificultades y suponía la supervivencia de mucha gente. Este grupo humano vivía en una glaciación, en unas circunstancias muy duras; y si conseguían cazar un animal tan poderoso, cuerpo a cuerpo, no me sorprendería que, después de alimentarse, quisieran conmemorar o celebrar el logro depositando en un lugar especial la parte del animal que no es comestible y representa su fuerza y vigor”.