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Hanna Arendt, pensar el antisemitismo

Consideraba que la libertad y la justicia eran los principios básicos de la política. Por poner el cuerpo en defensa de sus ideas, tuvo una vida signada por el riesgo y el exilio.

Interés General

16/10/2024 - 00:00hs

Johannah Arendt nació en Konisberg, capital de la Prusia oriental, en 1906. Su padre era alcalde de la ciudad y murió cuando ella era muy chica. No pertenecía a ninguna comunidad religiosa pero siempre se consideró judía. Se graduó en Heidelberg en 1929 con una tesis sobre San Agustín. Fue discípula de Martin Heidegger, a quien la unió una relación sentimental durante varios años. Ella tenía 18 años cuando se enamoró del filósofo, que daba clases en Marburgo y que ya había cumplido los 35. Iniciaron una relación secreta que duró un año y medio. Él estaba casado y tenía dos hijos. La simpatía de Heidegger por el nazismo los apartó. Se reencontraron en 1949, en el primer viaje de Hannah Arendt a Europa después de la guerra. En ese encuentro. Heidegger confesó que ella había sido la pasión de su vida, la fuente inspiradora de “Ser y tiempo” y “Kant y el problema de la metafísica”. A partir de ese reencuentro, volvieron a verse intermitentemente, a pesar de las decisivas diferencias personales y filosóficas que los separaban.

En 1930, Hanna se casó con el escritor Gunter Stern. El 27 de febrero de 1933 presenció el incendio del Reichstag y los arrestos ilegales que se produjeron esa misma noche. Los detenidos fueron a parar a campos de concentración o los sótanos de la Gestapo. Para Hanna Arendt aquello fue un choque tremendo y a partir de aquel momento tomó conciencia de que no podía continuar como mera espectadora. Kurt Blumenfeld, el jefe de la organización sionista berlinesa, le ofreció participar en un trabajo de contrapropaganda, consistente en relevar todas las acciones antisemitas en curso en Alemania. Su casa era lugar de tránsito para los refugiados. Perseguida por el nazismo partió clandestinamente hacia París en 1933 y ocho años después a los Estados Unidos. El régimen nazi la despojó de la nacionalidad alemana en 1937, por lo que fue apátrida hasta que 14 años después adoptó la nacionalidad estadounidense.

En Estados Unidos vivió primero en Chicago, luego en Nueva York. Allí escribió sus obras principales, entre las que descuellan “Eichmann en Jerusalem”, donde acuñó el concepto de “banalidad del mal” para describir la conducta de los individuos que acatan las reglas impuestas sin reflexionar sobre sus actos. Refiriéndose a Adolf Eichmann, el responsable directo de la llamada solución final dijo: “Eichmann carecía de motivos, salvo aquellos demostrados por su extraordinaria diligencia en orden a su personal progreso. Y en sí misma, tal diligencia no era criminal; Eichmann hubiera sido absolutamente incapaz do asesinar a su superior, para heredar su cargo. Para expresarlo en palabras llanas, podemos decir que Eichmann, sencillamente, no supo ver jamás lo que hacía. Y fue precisamente esta falta de imaginación lo que le permitió, en el curso de varios meses, estar frente al judío alemán encargado de efectuar el interrogatorio policial en Jerusalén, y hablarle con el corazón en la mano, y explicándole una y otra vez las razones por las que tan sólo pudo alcanzar el grado de teniente coronel de las SS, y que ninguna culpa tenía él de no haber sido ascendido a superiores rangos”. Estaba convencida de que Eichmann era un payaso. Cuando leyó su interrogatorio policial de 3.600 páginas, muchas veces se sorprendió riéndose a carcajadas. Dijo: “Jamás amé en mi vida a un pueblo o a una colectividad, ni a los alemanes, ni a los franceses, ni a los americanos, ni a la clase obrera. No amo sino a mis amigos, soy Incapaz de otra forma de amor. Teniendo en cuenta que soy Judía, sería precisamente el amor por los judíos lo que me parecería sospechoso".

Su regreso a Alemania después de la guerra la sumió en el desconcierto: “La indiferencia con la que los alemanes se mueven por entre las ruinas tiene su correspondencia en que nadie llora a los muertos.” Su conclusión fue que el alemán medio buscaba las causas de la última guerra no en las acciones del régimen nazi, sino en las circunstancias que condujeron a la expulsión de Adán y Eva del Paraíso.

Hanna Arendt murió de un ataque al corazón en su departamento de Riverside Drive, Nueva York, el 4 de diciembre de 1975.

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