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La abadesa que huyó del convento para hacerse bandolera

María Calderón fue actriz, amante del rey Felipe IV, madre del capitán general de los Países Bajos, y monja, hasta que encontró su verdadera vocación: asaltante.

Interés General

08/07/2024 - 00:00hs

El rey Felipe IV, a la vez que mantenía correspondencia con sor María de Ágreda, en la que ésta le daba prudentes consejos de gobierno y conducta en la vida, no olvidaba los goces de la existencia, y hacía transcurrir su agitado reinado en medio de dispendiosas fiestas cortesanas. Los espectáculos taurinos conocieron un auge inusitado, así como los bailes y otras diversiones. Una de las aficiones más fuertes del soberano era el teatro; así proliferaron los escenarios de los llamados “corrales” y, por ende, los autores.

Hasta los cortesanos escribieron para el teatro y, según se dice, el mismo rey fue autor de alguna obra. Se estableció de consumo una familiaridad con las gentes del teatro, como consecuencia de la cual Felipe tuvo un hijo con la “Calderona”, a quien el singular monarca dio como título el nombre que ostentara el que fuera hijo bastardo de Carlos V, don Juan de Austria.

La intensa vida cultural tenía como epicentro Madrid, donde los actores de teatro más famosos eran auténticas estrellas que se codeaban con la alta nobleza. Una cercanía entre royals e intérpretes que daba lugar a numerosos romances. En ese contexto, la actriz y cantante de teatro, famosa por sobrenombres como la Calderona o Marizápalos, tuvo una vida digna de película; sin embargo, todo lo que se sabe de María Inés Calderón tiene un velo de misterio.

Su infancia es totalmente desconocida hasta que llegó a las puertas de Juan Calderón, un caballero relacionado con el teatro que la adoptó como hija en 1611. Un coetáneo, pero sin nada que ver con Pedro Calderón de la Barca, como aclararon en una exposición dedicada a su vida en el Museo Lope de Vega. Muy joven comenzó sobre las tablas, debutando en comedias del madrileño Corral de la Cruz en 1627. El escenario donde, según las crónicas de la época, la conoció el rey Felipe IV, quien pidió ir a verla al camerino para felicitarla por su actuación. Un romance que no fue fácil, ya que entonces la Calderona ya estaba casada y salía con un poderoso aliado del rey en Madrid.

Por su parte, el rey también estaba casado con Isabel de Borbón, su prometida desde los seis años, pero eso no le impidió tener relaciones con mujeres de toda clase y condición. Marido y amante fueron alejados del camino real. Con la vía libre, el monarca mantuvo una turbulenta relación con la Calderona que fue de dominio público. Un idilio que encolerizó a la reina. La gota que colmó el vaso de la paciencia real fue el día que Felipe IV le cedió a su amante el balcón de la Plaza Mayor para presenciar un espectáculo. Indignada, Isabel de Borbón ordenó que expulsaran a la Calderona de la plaza, pero el monarca compensó tamaña humillación otorgando a su amante un lugar exclusivo, un lugar que ha pasado a la historia como el balcón de Marizapalos.

Como consecuencia del vínculo extra matrimonial, nació don Juan José de Austria, que fue bautizado el 21 de abril de 1629 como hijo de la tierra, es decir, de padres desconocidos. Obligada a abandonar a su hijo, el pequeño pasó sus primeros años criado por una mujer de origen humilde. 13 años más tarde y gracias a los tejemanejes del valedor real, el conde duque de Olivares, el rey lo reconoció como propio, recibió una educación exquisita, sirvió como militar y llegó a ser Virrey de Flandes.

La Calderona fue abadesa del monasterio benedictino a partir de 1643. Allí pasó 15 años en clausura, en los que fue 'invitada' a hacerse monja. Cuenta la leyenda que huyó del convento de la Alcarria con intención de embarcar en el puerto de Valencia para ir a Nápoles donde estaba su amante el duque de Medina, cuando conoció en el camino a quienes serían sus compañeros en ese nuevo oficio que hizo suyo: bandolera. Su campo de acción eran las sierras del norte de Valencia -camino de Aragón- que hoy llevan su nombre. Uno de los pocos retratos que se conservan de ella, o al menos se piensa que es ella, es la imagen de autor anónimo que forma parte del cuadro “Alegoría de la vanidad”, que se encontró al lado de la tumba de su hijo, Juan José de Austria, en el Monasterio de las Descalzas Reales de Madrid.

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