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La diosa cubana del ballet

Alicia Alonso fue una virtuosa de la danza que fue capaz de adelantarse a las técnicas del baile, con una madurez artística que revelaba una sensibilidad extraordinaria.

Interés General

30/07/2025 - 00:00hs

Precozmente ya se había ganado una página en la historia de la danza mundial. Nació en La Habana tres días antes de la nochebuena de 1920, hija de padres españoles, siendo la menor de cuatro hermanos. Debutó a los 11 años, interpretando como solista el vals de La bella durmiente del bosque. Estudió danza en Nueva York y Londres. En Estados Unidos participó de los musicales de Great Lady y Star in your eyes, y fue solista en el American Ballet en 1939 y al año siguiente.

Entre los 20 y los 23 años, fue una de las primeras bailarinas del American Ballet Theatre de Nueva York, trabajando con algunos de los coreógrafos más destacados del siglo veinte. Fue la primera bailarina americana en formar parte del ballet de los mundialmente célebres ballets del Bolshoi y el Kirov, bailando en los escenarios principales de Moscú y Leningrado. Fue contratada también por el Ballet de la Opera de París y la Opera de Viena. En 1955, fundó en su patria la Compañía de Ballet de Alicia Alonso y, tras el triunfo de la revolución, por encargo de Fidel Castro, creó el Ballet Nacional de Cuba.

Alicia Alonso vino a bailar por primera vez a nuestro país, en 1948. Era Juan Domingo Perón el presidente, quien se confesó gran admirador de la artista cubana y la invitó a bailar en la Quinta de Olivos. En esa gira presentó un ballet en tres actos, Coppelia, basado en una historia de terror: “El hombre de arena”, de E.T.A. Hoffmann.

Esta maestra del arte coreográfico eran también diestra a la hora de pintar: “Cuando mi cuerpo no puede bailar más, descanso pintando”. No estudió pintura; un buen día se dio por comprar colores y se puso a pintar. Sintió una satisfacción enorme al descubrir que podía llenar sus horas de descanso al mismo tiempo que entretenía a su imaginación. Eso que empezó siendo meramente entretenimiento terminó tornando en pasión. Pintaba con la misma meticulosidad y pasión con la que bailaba. En 1941, uno de los mayores pintores de Cuba, Wifredo Lam le había dedicado una pintura hecha sobre papel kraft. Otro artista plástico –además de escritor- cubano, Samuel Feijóo Rodriguez, había hecho un cartel anunciando un espectáculo “Esta noche baila aquí Alicia Alonso para los niños, los ingenuos y los soñadores”, lo que era como decir: Alicia Alonso baila para los mejores.

Alicia Alonso se convirtió en un mito perennemente renovado. Pequeña de contextura pero de una gran fortaleza. Alguien que tuvo caminar por muchas cornisas, una de ellas, la que estuvo a punto de arrojarla a la ceguera. Cuando tenía veinte años sufrió desprendimiento de retina en los dos ojos. Estuvo postrada durante un año, le estaba vedado todo movimiento porque podía perder la vista para siempre. Pero pudo salir de ese trance y volvió a levantar los ojos. Alguna vez describió uno de sus cuadros y parece una descripción de sí misma: “Ella supo buscar y vio. Sabe ya dónde está su felicidad y camina radiante hacia la luz”. De todas maneras, no fue una historia con final feliz: con el transcurso de los años quedó parcialmente ciega, viendo por un solo ojo. Para compensar ese defecto visual, entrenaba obsesivamente a su ballet para una disposición escénica que le permitiera bailar sin obstáculos. También instruía a los diseñadores de escena para que pusieran fuertes luces en los espectáculos que le sirvieran de guía.

Su esposo, Fernando Alonso y Raineri, fue el director general y artístico del ballet de Alicia Alonso. Como ella quedó con la vista muy deteriorada, él, todas las mañanas le leía un resumen de las noticias mundiales, y cualquier artículo periodístico que se publicara sobre ella. Murió a los 98 años, el 17 de octubre de 2019.

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