Los manteros de plaza San Martín, otra vez en el ojo de la tormenta
La situación de los vendedores ambulantes volvió a ponerse en discusión.
La antigua Ceylán fue amada por Pablo Neruda, quien vivió un año y medio allí. Tiene playas paradisíacas y un misterio que no se acaba nunca de descifrar.
20/05/2024 - 00:00hs
Las playas de Ceylán son modelos: combinan la más apropiada arena blanca, las olas turquesas perezosas y las palmeras recostadas en el más logrado de los ángulos. En los tiempos en que solo se podía llegar por barco, los marineros esparcían canela molida sobre cubierta en el primer amanecer que se divisaba la isla. Ceylán era el paraíso: primero fue llamado Lanka, luego al paso de los años llamado Taprobane por los griegos; Serendib por los árabes; Celao por los portugueses; Ceylán por los holandeses; y Ceilán por los británicos. No fue casualidad que se la llamara “la isla de los mil nombres”. En 1972, Ceylán cortó sus vínculos con Gran Bretaña y pasó a llamarse Sri Lanka.
“¡Saludo a Ceylán, perla de verdor, flor de las islas, torre de belleza! Mis ideas y mi poesía mucho le deben a esta isla. He conocido y amado a su generoso pueblo”, expresó Pablo Neruda en la Conferencia de Paz de 1957 en Colombo. En la época de los monzones, mientras diluviaba en Ceylán 18 horas seguidas, el joven cónsul chileno escribió enloquecido sus poemas de Residencia en la Tierra y después, para rescatarse, se emborrachaba leyendo a gritos Don Segundo Sombra, libro que le había mandado su amigo Héctor Eandi desde Buenos Aires.
La primera vez que Neruda pasó por Ceylán fue en septiembre de 1927. Tenía 23 años y se dirigía a su primer destino diplomático en Birmania. Mientras viajaba por los distintos países del Asia, escribía crónicas de viaje para el diario La Nación de Santiago de Chile, y con ello nos dejó testimonio de sus vivencias.
Cuando llegó en la noche al puerto de Colombo, lo describió así: “Aquello era una ciudad sin sombra, sin luz: era como Valparaíso o Buenos Aires… ni sombra de canciones alegres”. Pero luego, al otro día, tomaría una “ricksha” -un vehículo ligero de dos ruedas que se desplaza por tracción humana-, tirada por un ceylanés que al correr parecía “avestruz”, y la ciudad despertaría a sus ojos como un “Colombo despierto”, una auténtica explosión de colores, gentes, artistas callejeros, turbantes, mercados, especias, danzas, usureros y comerciantes ambulantes, música, pedrería, artesanías y frutas.
Neruda estaba fascinado por las personas que se le cruzaban en el camino: “Las gentes de Ceylán son raramente hermosas; en cada rostro, regular y ardiente, dos ojos de fuerza, de mirada impresionantemente grave. Parece no existir ni la miseria ni el dolor en este mundo indiferente. Los viejos marchan con la cabeza erguida, su mirada de carbón es altanera, y los pilletes semidesnudos sonríen con soltura, sin petición, sin aire de limosna”. Le impresiona al poeta chileno el orgullo de los ceilaneses humildes y los compara con sus similares sudamericanos. Sentía una sincera y espontánea admiración por la prestancia de su espíritu: “…los muchachos hindúes no más morenos que sudamericanos, miran y sonríen con más sabiduría, más resonancia íntima, en actitud de más calidad que la manera criolla. Por lo demás, el parecido sobrecoge; de repente se acerca un dibujante de tatuajes igual que Hugo Silva, un vendedor de betel con el mismo rostro del poeta Homero Arce”.
En Ceylán, escribió Leonard Woolf, la única ocupación que podía desviarlo a uno de la bebida, el adulterio o el suicidio eran las apuestas. En la India solo las castas superiores podían apostar, pero Ceylán no solo había pertenecido a la India sino a la China, y a los árabes, y en cualquier callejón donde se tiraran dados podía verse a un banquero apostando hombro a hombro con un pescador. En 1904, Leonard se incorporó al servicio civil en Ceylán, donde pasaría siete años. Finalmente en 1912 renunció a su empleo y se casó con Virginia Stephen, inmortalizada con el nombre de Virginia Woolf.
Después de años de historia tumultuosa y manchada de sangre, Sri Lanka ha recuperado la estabilidad política. El país ha tenido un buen crecimiento económico, en parte debido al desarrollo de la industria del turismo. La antigua Ceylán construyó buenas relaciones comerciales con China e India y tiene un papel clave en el desarrollo de la economía regional.