cultura

La mayor leyenda de la música brasileña

Joao Gilberto tenía un sonido propio, inconfundible, que sincronizaba con una personalidad única voz y guitarra.

Interés General

22/02/2025 - 00:00hs

Tuvo una vida personal tan enigmática que el mito más alimentado lo describía como un chico poco lúcido en la escuela y acusado de cantor afeminado. Sólo un grupo de jóvenes músicos -Ronaldo Boscoli, Roberto Menescal, Carlos Lyra, Nara Leão, Chico Feitosa, entre otros-, que estaban buscando algo nuevo, habían oído hablar de él, pero nadie lo conocía en persona. Sabían, por otros músicos de la noche carioca, que era un guitarrista genial y que tenía una cadencia nueva que nadie sabía explicar. Lo cierto es que, a fines de la década del cincuenta, se convirtió en el mayor referente de la música brasileña del siglo XX.

El principal inconveniente “artístico” era que a Joao no le gustaban ni los discos, ni los conciertos, ni los micrófonos, ni los focos de las cámaras. Según la leyenda, pedía guitarras prestadas para tocar y nunca las devolvía, porque ya no servían más para hacer lo que hacían antes de que él las tocara.

Se dice que Joao terminó refugiado en las montañas de Diamantina, en casa de su hermana mayor, instalada allá para recuperarse de una tuberculosis. Se pasaba el día en pijama, practicando con su guitarra horas y horas encerrado en el baño, porque era el lugar de la casa que mejor acústica tenía. Seis meses después, se radicó definitivamente en Río para cambiar la música brasileña para siempre.

Lo que más disfrutaba era tocar toda la noche, sentado en un bar o un living, rodeado de un puñado de fieles, y al amanecer, café con leche y pan con miel para todos, pagado de su bolsillo, en algún barcito que mirara al mar en Ipanema. Dice la leyenda que después de aquellas noches ofrecía llevar a cada uno a casa en su auto y que manejaba ignorando todos los semáforos rojos en su camino tal como ignoraba todas las leyes de composición que regían la música brasileña hasta que él agarró una guitarra por primera vez.

“La voz de João Gilberto era un instrumento de altísima precisión. Dejaba caer cada sílaba sobre cada acorde como si las dos cosas hubieran nacido juntas. João repitió el tema cinco o seis veces más, con mínimas alteraciones, pero cada versión parecía mejor que la anterior. Menescal no resistió más. Lo agarró por el brazo con guitarra y todo y salió con él por la noche a exhibirlo a todos sus amigos. En apenas una noche y casi todo el día siguiente (ninguno durmió) él les abrió los oídos para una música brasileña más rica de lo que jamás se habían imaginado." Así cuenta Ruy Castro, en su libro "Chega de saudade", el momento en que el músico comienza a escribir una nueva historia: a partir de esa noche no habrá artista joven que no quiera sacar en la guitarra su sonido secreto de la mano derecha, cantar baixinho y hasta comportarse como João Gilberto.

Los resultados mágicos de sus discos casi nunca coincidían con el clima de las grabaciones. Algunas experiencias fueron insufribles para João y para los músicos que lo acompañaban. Tom Jobim fue uno de los que vivió más cerca todos esos procesos y el que impulsó el primer disco solista que cambiaría el curso de la música:"Chega de saudade" (1959). El resultado de las doce canciones que integran ese vinilo se debe agradecer al genio de Gilberto, a ese swing único, al dominio del ritmo, a esa sincronicidad perfecta entre la voz y la guitarra. Y también a la paciencia estoica de Tom Jobim, que soportó todos los pedidos de João porque sabía que estaba en presencia de una "inteligencia superior", como dijo.

Aunque no trascendieron las causas de su muerte, Gilberto estaba confinado desde hace varios años en un departamento prestado en Río de Janeiro (según algunas fuentes, perteneciente a Paula Lavigne, la mujer de Caetano Veloso), enfermo, en bancarrota y solo. El artista se encontraba en el medio de una disputa legal, que provocó incluso el desalojo del departamento donde vivía en el barrio carioca de Leblon, entre sus hijos João Marcelo y la cantante Bebel Gilberto con la periodista Claudia Faissol, última ex esposa, y cuarenta años más joven.

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