Gabriel García Márquez y la historia oculta de una de sus novelas
Crónica de una muerte anunciada, una de las obras más célebres del escritor colombiano, está basada en hechos reales de los que tuvo conocimiento directo.
CULTURAEn el marco de la celebración de Semana Santa, el arzobispo de La Plata, Víctor Manuel Fernández, dialogó con diario Hoy y se refirió al rol de la Iglesia en la sociedad, el contexto epidemiológico y la guerra que conmueve al mundo.
11/04/2022 - 00:00hs
La festividad religiosa rememora la pasión, muerte y resurrección de Jesús. A diferencia del año pasado, cuando las celebraciones se realizaron al aire libre y con protocolos a causa de la segunda ola de contagios por coronavirus que irrumpía en el país, en esta oportunidad las familias católicas podrán volver a vivir la conmemoración cristiana de manera presencial y con asistencia plena.
“La Pascua es sobre todo la celebración de Cristo vivo, que pasó por la humillación, la injusticia, el dolor, pero que pudo levantarse y renacer. Por eso la Pascua es siempre un llamado a renovarse, a dejarse levantar y transformar, a empezar de nuevo”, le expresó a diario Hoy el arzobispo de La Plata, Víctor Manuel Fernández.
A su vez, el hombre de extrema confianza del papa Francisco se refirió a la pandemia. “En los primeros tiempos nos preguntábamos si esta crisis sanitaria nos dejaría mejores. Mi gran temor es que nos haya dejado peores, más individualistas, más enfrentados, más resentidos, más quejosos. la Pascua es un llamado a recomenzar, pero con una nueva esperanza, con más ganas, con más fortaleza”, remarcó.
—¿Cómo observa la cuestión social en los barrios de la ciudad en un año donde los chicos y chicas regresaron con presencialidad plena a los colegios?
—Hemos tomado conciencia, quizás un poco tarde, de que una virtualidad tan larga era ya muy nociva para los chicos, para su desarrollo y maduración. También era una carga pesada para los padres, especialmente para los más pobres y desprovistos. Sin dudas el regreso a la presencialidad es un alivio para las familias. En los barrios comienza a verse un nuevo drama, o una nueva acentuación de los problemas de siempre, porque el costo de la vida ha aumentado mucho y, como bien sabemos, la pandemia ha dejado un mundo mucho más desigual que antes, y eso se nota y se notará más aun cuando los ajustes tarifarios y el aumento del gas se vuelvan más pesados para los bolsillos.
—El papa Francisco le envió al Presidente una carta que trascendió en los últimos días. ¿Cuál es su opinión sobre las palabras del Sumo Pontífice?
—Es una carta formal a la que no creo haya que darle demasiada importancia. Fue la respuesta amable del Papa a una carta del Presidente donde sencillamente le pide que ponga todo de sí para auxiliar a los que más sufren. Francisco seguramente diría algo así porque siempre le preocuparán los más débiles de la sociedad. Los empresarios y los más ricos tienen cómo defenderse solos.
—¿Cuál es el rol de la Iglesia en estos tiempos donde hay una guerra en el mundo? ¿Cómo actuar para contener a la sociedad?
—Creo que se trata de ayudar a que las energías se pongan en resolver los problemas del pueblo y en aportar al bien común más que en las guerras mediáticas y marketineras para ver quién capta mejor el aplauso de la sociedad, lo cual sería desgastar el tiempo y las fuerzas en juegos inútiles. En general en el mundo todas las sociedades tienen una guerra interna, la grieta no es una originalidad de la Argentina. En todas partes están partidos en dos, porque también los intereses internacionales han encontrado en esa polarización un modo de ganar adeptos. Si hablamos de la guerra en Ucrania, es verdad que cada ser humano que muere o sufre en la guerra es una tragedia, es un atentado a la dignidad de la vida humana. También lo han sido las guerras que llevaron adelante los Estados Unidos, que en esta guerra de Ucrania se juegan una partida ideológica. A esta la conocemos más por los medios precisamente porque hay cuestiones geopolíticas. Pero estamos ignorando que hubo y hay otras situaciones igualmente trágicas en el mundo, especialmente en Asia y África, y con la gravedad de estar relacionadas con cuestiones étnicas, con formas de racismo. Ojalá que esta sensibilidad que se ha despertado por la guerra en Ucrania (es decir, en Europa) la tengamos también cuando los que sufren son de piel oscura, pobres y de países más periféricos.