Un lobo recorrió más de 1.000 kilómetros y rompió un récord
Fue desde Alemania hasta España pasando por Francia.
CIENCIAMartha Gellhorn fue una de las mayores cronistas del siglo XX, y una de las mujeres que Ernest Hemingway más amó en su vida.
22/02/2024 - 00:00hs
La permanencia indeleble y fundante de todas sus aventuras y reflexiones la consagró como una de las mejores cronistas de la historia. Es una figura insoslayable de la literatura de viajes del siglo XX. Una mujer: Martha Gellhorn. Una escritora norteamericana que, probablemente, nunca tenga el reconocimiento que mereció, aunque ningún hombre de su época pudo hacerle sombra.
Su lema era: “Otro país, otro cielo, otro paisaje”. Fue una mujer acostumbrada a viajar al infierno, sobre todo si así podía explicar el sufrimiento de los demás y ayudar a mejorar el mundo. Nacida el 8 de noviembre de 1908 en San Luis, Estados Unidos, era hija del ginecólogo George Gellhorn y la sufragista Edna Fischell. Se graduó en 1926 en la escuela John Burroughs y al año siguiente ingresó en el Bryn Mawr College de Filadelphia. Pero Martha tenía claro qué futuro quería y no dudó en abandonar todo para cumplir su sueño de convertirse en periodista.
Sin llegar a graduarse, dejó los estudios y empezó a buscar trabajo. Sus primeros artículos se publicaron en The New Republic. Sin embargo, ella pretendía llegar más lejos y decidió que quería ser corresponsal en el extranjero y en 1930 marchó a París para trabajar en la oficina United Press. De su primera estancia en Europa, nacería también su primer libro, What mad pursuit, escrito en 1934. Gellhorn comenzó su carrera periodística durante la Guerra Civil española y cubrió la guerra de Vietnam, los conflictos bélicos entre Israel y los países árabes, y la convulsionada Centroamérica de los años 90. Fue la primera mujer en el mundo en trabajar como corresponsal de guerra, ejerciendo un tipo de periodismo muy diferente al actual.
Conoció a Ernest Hemingway en Florida, en el famoso bar Sloppy Joes, de Cayo Hueso, adonde solía ir el autor de El viejo y el mar. En 1937, en plena guerra civil española, ambos estaban en Madrid y escribían sobre una feroz contienda fratricida. Ella trabajaba para la revista Colliers, y era su primera asignación periodística. Se convirtieron en amantes.
El director estadounidense Philip Kauffman -responsable de una de las mejores versiones de Los usurpadores de los cuerpos- fue el director de la célebre película Hemingway y Gellhron, interpretada por Clive Owen y Nicole Kidman. El film de Kaufman atraviesa su periplo a partir del rostro y voz de Gellhorn (Kidman), que recuerda a cámara, y desde un leitmotiv: el ojo que refracta lo que mira. El eje narrativo está construido a partir de los vaivenes de la relación entre Hemingway (Clive Owen) y Gellhorn, que oscila entre la atracción y repulsión, atravesando situaciones límites en las que se enfrentan al horror más desnudo, siendo capaces de arrancar al desastre -en medio del alcohol y el empedernido humo de los cigarrillos- algunos paréntesis de vertiginoso erotismo. Como si se pusieran a prueba con el fin de saber si el otro se encuentra es capaz de crecer hasta esas mismas alturas impensadas. Alcanzada la cúspide, en la calma del paraíso aparente, la caída será inevitable, sea por hartazgo, por continuar la competencia, o, sencillamente, porque no tienen otra alternativa.
La periodista estuvo presente en el desembarco de los aliados en Normandía, durante el denominado “Día D”, y en la liberación del campo de concentración nazi en Dachau, en las afueras de Munich, al final de la Segunda Guerra Mundial. Martha Gellhorn siguió trabajando hasta que perdió su vista en una operación de catarata mal realizada, cuando se acercaba a los 80 años de edad y ya no pudo volver a usar su máquina de escribir.
Sus últimos días los pasó en Londres, en un departamento cercano al Palacio de Kensington. Gellhorn no tenía tiempo para toda esa basura de objetividad. Según ella, el trabajo del periodista era decir lo que observaba o escuchaba; no suprimir o inventar. Como cronista, se había concentrado en la tragedia de los ciudadanos comunes, entrampados en las guerras. Falleció el 15 de febrero de 1998.