“Llegar a ser mujer” según Simone de Beauvoir
Fue una de las escritoras y filósofas francesas con más reconocimiento mundial, y sigue siendo una gran fuente de inspiración para los movimientos feministas.
CULTURAFue una de las escritoras y filósofas francesas con más reconocimiento mundial, y sigue siendo una gran fuente de inspiración para los movimientos feministas.
20/05/2022 - 00:00hs
De muy pequeña le gustaba mucho leer, y se entretenía imitando los libros que leía. Por ejemplo, había escrito una historia que llamó “La familia Cornichon”, que sus padres le hicieron encuadernar como si fuera un libro de verdad. Cuando le preguntaban qué quería ser cuando fuera grande, no dudaba: una escritora célebre. Estaba convencida de que no había nada en el mundo más hermoso que escribir: “Yo tenía ganas de hacer una literatura que hablara íntimamente a las personas y, fundamentalmente, ya en esa época, a las mujeres”.
Fue en un café de París, en 1929, que Simone de Beauvoir conoció a Jean-Paul Sartre. Ella tenía 21 años; él, 24. No bien conversaron por primera vez, se estableció entre ellos una gran simpatía. Iban a pasear, a jugar al billar, a pasar horas interminables en los bares conversando y escribiendo. A Simone le asombraba la inteligencia de Sartre: “Pensaba verdaderamente todo el día; mientras que yo pensaba mucho, pero no todo el día. Cuando discutíamos, era evidente que estaba muy por encima de mí. Tenía un cultura no solo mucho más profunda, sino también mucho más extensa”. Pero no era solamente la inteligencia lo que le fascinaba de Sartre, sino también su vitalidad: “Tenía unas ganas tremendas de comprenderlo todo, de estar en todas partes, una generosidad, una calidez, una singularidad, en fin, algo que lo convertía ante mis ojos en un ser muy atractivo”.
Simone de Beauvoir empezó queriendo definir qué era en su época ser mujer. Al escribir El segundo sexo se volvió feminista, como si hubiera encontrado a su enemigo, que no era el hombre sino el patriarcado, y lo atacó para defender la libertad.
“El día que una mujer pueda no amar con su debilidad sino con su fuerza, no escapar de sí misma sino encontrarse, no humillarse sino afirmarse, ese día el amor será para ella, como para el hombre, fuente de vida y no un peligro mortal", dice en su obra maestra. Se fue haciendo feminista a medida que escribía ese libro que sería publicado en 1949, donde luchó contra las ideas biologistas de la sexualidad pregonando su reconocida frase: “No se nace mujer, se llega a serlo”.
Ella fue una de las primeras en firmar una declaración pública a favor del aborto, reconociendo que ella misma había abortado. Fue su manera de llamar la atención sobre un problema grave que tardaría muchos años en convertirse en debate público. Su situación personal no era opresiva: entró en la universidad en una época en que pocas mujeres estudiaban, obtuvo un diploma en Filosofía cuando para una mujer era un privilegio, y había logrado el respeto de los hombres al descollar entre ellos. Nada de eso impidió que su denuncia de que las mujeres estaban condenadas a hacer las tareas más humildes, más aburridas y más desapercibidas la mantuviera hasta el último día de su vida, el 14 de abril de 1986. Se le reprochó que no tuviera hijos, mientras que nadie le dijo nada a Sartre, “aunque sea tan normal para un hombre como para una mujer tener hijos y se los pueda querer tanto siendo padre como madre”.
La situación global de la mujer
Sus críticas a la situación de la mujer también se extendían a los países de la entonces existente órbita comunista: “He visto de cerca lo que pasa en la Unión Soviética. Casi todas las mujeres rusas trabajan y se desprecia a las que no lo hacen. Sin embargo, es muy pequeña la cantidad de mujeres con poder en el Comité Central o en los órganos inferiores del partido, en comparación con los hombres. Además, las mujeres ejercen sobre todo las profesiones menos agradables y que dan menor prestigio”.
Señalaba que no bastaba que cambiaran las relaciones de producción para cambiar al ser humano: “Esto tiene que ver con el hecho de que en nuestra sociedad los hombres han interiorizado profundamente la idea de su superioridad, es lo que yo llamaría un complejo de superioridad. Para fortificar su propio valor necesitan ver a la mujer como inferior. Ella misma está tan acostumbrada a pensarse como inferior que son muy pocas las mujeres que luchan para conquistar la igualdad”.