Un sueño Nuevo en el Mercadito: se recuperó de la operación y quiere ser fichado por un club de fútbol
Se trata de Bautista Villán, quien vive junto a sus seis hermanitos y su mamá en las inmediaciones de 517 y 117.
Cómo el sueño de un californiano puede transformar vidas del otro lado del mundo, con una tabla sobre ruedas, buena energía, diversión y, sobre todo, sin discriminación.
03/07/2022 - 00:00hs
Ya a finales de unos turbios años 60, en la tierra de los surfistas, California, comenzaron a aparecer practicantes de este deporte que querían sacarlo del agua, llevarlo a la tierra. Lo que empezó con pequeñas pruebas con tablas y ruedas, se transformó en 1963 en el Primer Campeonato de Skate, una práctica urbana que se extendería por todo el mundo. Incluyendo Argentina, por supuesto. Y claro, nuestra ciudad: La Plata.
Hecho en Argentina
“Hola, me llamo Matías Ezequiel Ramos Mexia, tengo 37 años, vivo en Berisso. Nací en Ensenada y crecí toda mi vida en La Plata y Gonnet. Patino desde que tengo 9 años. Cuando en una época en mi barrio todos andaban en patines o rollers, yo quería una patineta. No sé cómo se me ocurrió una patineta, pero en esa época fuimos al supermercado con mis viejos y yo vi una patineta de juguete y me enloquecí, estuve meses pidiéndola y me la regalaron para un Día del Niño. A partir de ahí empecé con la patineta”.
Luego de presentarse de esta manera ante Diario Hoy, y sabiendo que su nombre es muy conocido dentro del ámbito local, capitalino y del conurbano, Matt, como luego nos diría que lo llaman, se acercó hasta el Skate Park de Berisso para realizar esta nota, en medio de una tarde fría pero soleada.
De andar solo a socializar
“Siempre con la patineta, más o menos a los 16 conocí a unos pibes del barrio pero ninguno sabía hacer pruebas, solo nos trasladábamos y andábamos por el barrio. Al no tener conocidos, no podíamos aprender. Entonces la mayoría empezó a dejar, pero yo seguí hasta la facultad, donde conocí otro grupo de pibes que andaban y ya sabían un poco más. Entonces ahí empecé a andar de verdad y a conocer parques en diferentes zonas de absolutamente todos lados”, dice Matt, y agrega: “Ahí es donde de a poco empezás a salir del lugar donde estabas, donde empezás a hablar, a debatir, a pensar. Ahí empezás un poco a formarte para la calle”.
En 2009 inauguraron el primer skate park de Ensenada, siendo el primero de esta zona que además es público, está en una plaza y es de cemento. Todos pueden ir.
Del pasado al presente, y del ahora a pensar en un futuro
“A partir de ahí empecé a patinar muchísimo más y a conocer mucha gente, porque ese lugar se convirtió en un punto de encuentro para personas de todas las edades y de lugares de todos lados: desde nenes hasta gente grande que patinaba”, cuenta Matt, que cada tanto va a dar una vueltita, pica un ollie y vuelve para decirnos cómo eran las cosas antes y cómo lo son ahora, y, sobre todo, qué mano se puede dar desde este espacio, desde el skate.
“De cuando yo empecé a ahora, hay un mundo de diferencia; las cosas cambiaron mucho. El acceso a la información es más fácil, hay muchos productos que antes no había. Nosotros antes necesitábamos de un hermano más grande o alguien que venga de afuera para traernos algo de material, que nos volvía locos. Ahora hay muchas páginas dedicadas a esto; antes había solo una revista, que era Trasher, que se transformó en una multinacional y bombardea internet mediante páginas y videos en YouTube cada 5 minutos. Zapatillas o ropa para skate hay en todos lados, y al ser callejero esto también atrae a la juventud. El que agarra el skate no lo suelta, y el que lo suelta es por trabajo o por alguna lesión fea. Pero acá viene lo bueno del skate”, dice y toma aire: “El skate saca a los chicos de la calle, les da un propósito a muchísimos pibes de hacer algo que, si bien es algo físico, también es algo muy mental. Como dice la frase la procesión va por dentro, uno es uno con el skate, crece junto a él. Además, al venir acá y hablar con gente que por ahí estudia, labura, tiene familia o son nenes, capaz o seguro te hace cambiar el mambo. Acá la energía es otra, hay un espacio inclusivo. Abre cabezas y esto es tan inclusivo, que muchas veces nos encontramos en situaciones en las cuales chicos de 14 años están hablando con los de casi 40 o más. Se genera algo donde la edad no tiene importancia, somos todos iguales; no importa si tenés algún problema físico o lo que sea, te acercás y te recibimos”.