Guía práctica de cuidados básicos para el cutis
11/09/2016 - 02:12hs
Dra. Julieta Spada, médica especialista en Dermatología y Estética
MIN 117451 - MP 332671
Especial para Hoy
El acné es uno de los motivos de consulta más frecuentes en el consultorio del dermatólogo. Se trata de una enfermedad inflamatoria crónica de la unidad pilosebácea (UPS). ¿Cómo se componen las UPS? Por el folículo piloso, la glándula sebácea y el pelo rudimentario o vello. Se ubican en todo el cuerpo a excepción de las palmas de las manos y plantas de los pies, con mayor frecuencia en rostro, pecho y espalda.
Es una enfermedad con distintos grados de gravedad que influye a nivel psicosocial por el tipo de lesiones que provoca. Puede modificar la forma en la que se relaciona la persona que la padece en distintos ámbitos y, por ende, repercutir en su calidad de vida.
Afecta entre un 80 y 85 por ciento a personas entre los 12 y 25 años, aunque últimamente, cada vez es más frecuente observarlo en pacientes más adultos. Esto último se debe por un lado a factores hormonales en la mujer; por otro, a los efectos de la polución ambiental, que según estudios serios exacerba las enfermedades inflamatorias en la piel. Es más frecuente en mujeres, pero los hombres suelen presentar casos más severos.
Los factores que determinan el acné son combinados y se componen de: la proliferación y aumento de células del conducto folicular; el aumento en la producción de sebo; la colonización por una bacteria llamada P. acnes y el sistema inmunológico de cada uno.
Las lesiones abarcan desde los conocidos puntos blancos y negros (comedones cerrados y abiertos), sobreelevaciones rosadas (pápulas) con pus (pústulas) o sin pus y los nódulos. Estos últimos pueden evolucionar dejando cicatrices.
La relación del acné con las comidas es motivo de constante revisión. Está demostrado el vínculo con el complejo vitamínico B, el consumo de leche (no así de queso ni yogur) y la excesiva ingesta de hidratos de carbono. Asimismo, el estrés y la menstruación femenina lo agravan.
El sol puede llegar a “secar” algunas lesiones inflamatorias pero puede dejar pigmentación residual por las mismas. Además, favorece la aparición de nuevos comedones y en el caso de estar consumiendo antibióticos también puede provocar manchas.
Cuidados y tratamientos
Se aconseja no lavar el rostro más de dos veces al día (mañana y noche, salvo que se haga ejercicio en el medio); utilizar productos (maquillajes, cremas, protectores solares) libres de aceites, no comedogénicos y específicos. Para el tratamiento, son fundamentales la paciencia y la constancia.
El primer paso lo constituyen los geles tópicos con retinoides asociados o no a antibióticos. Para casos un poco más graves utilizamos antibióticos por vía oral y dosis antiinflamatorias. Si esto no funciona, usamos derivados de la vitamina A por la misma vía (oral) que, con el control dermatológico adecuado, son muy efectivos. Los anticonceptivos orales pueden ayudar en los casos de influencia hormonal.
Para las cicatrices, afortunadamente existe una amplia gama de terapias según el caso. Desde microdermoabrasiones y peelings, hasta mesoterapias específicas, skinboosters (ácido hialurónico inyectable combinado con vitaminas y minerales),
radiofrecuencia fraccional, láser de dióxido de carbono fraccionado y continuo. Pero, como expliqué antes, lo mejor es prevenir e iniciar un tratamiento temprano.